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Además, Manín era un célebre cazador de osos, con los cuales se decía que había luchado algunas veces cuerpo a cuerpo. Los aficionados a tal clase de ejercicio le profesaban por esto respeto y simpatía. Sin embargo, los enemigos que el mayordomo tenía allá en su aldea aseguraban, riendo sarcásticamente, que lo de los osos era una farsa, que en su vida los había visto, cuanto más luchar con ellos.

Y al ver que se acercaban entre sombras, les preguntó: ¿Sois vosotros? ; nosotros somos. ¿No tenéis nada? No. La voz del cazador, que era sorda al principio, ahora temblaba, y quedamente añadió: ¡Nos hallamos otra vez los tres reunidos! Y el cazador, del que no podía decirse que era nada cariñoso, besó a sus hijos con frenesí, lo cual sorprendió a éstos sobremanera.

En los días de trabajo, si el tiempo era bueno y Maltrana tenía en el bolsillo algunas pesetas, encaminábase al barrio de las Carolinas, para almorzar con su amigo el Mosco, el cazador furtivo, cuya gloria llegaba hasta Colmenar.

El cazador siguió trepando hasta llegar á la cumbre, obligó á su caballo á trasponer la valla natural que formaban los arbustos y cuando menos lo esperaba se halló rodeado de los extraños guerreros allí ocultos.

¡Pobre Margredel! continuó el anciano cazador, tras una pausa ; debe estar inquieta desde hace ocho días; seguramente rogará por nosotros a Santa Odilia. En aquel momento, Marcos Divès, que marchaba delante, lanzó un grito de sorpresa. ¡Señora Lefèvre! dijo deteniéndose , los cosacos han incendiado su casa.

Cuando llegaron donde se encontraba Materne, que mandaba un pelotón de hombres, cuyo número ascendía a cerca de doscientos cincuenta, Hullin halló al cazador en disposición de fumarse una pipa, con la nariz roja como un ascua y la barba erizada por el frío, como piel de jabalí. ¡Eh! ¿Eres , Juan Claudio? , vengo a estrechar tu mano.

La ubérrima tierra tornóse después en un lago de sangre firmada en el Pacto, y el bolo hizo estrago, fulgiendo en el puño broncíneo de añoso rencor. La suerte fué adversa a tu ardor eficaz de guerrero; no obstante, a tu genio encubría el vulgar prisionero, y hubiste merced del hidalgo oficial cazador.

Pero al pie del árbol había un bardal bastante espeso, y en este bardal cayó la miruella. Cerca de un cuarto de hora invirtió en buscarla el pacientísimo cazador, que al fin la encontró; pero no sin desgarrarse las manos con las punzantes zarzas.

La sorpresa no permitió a la señorita de Penáguilas usar de la palabra cuando Teodoro, depositando cuidadosamente su carga sobre un sofá, le dijo: Aquí la traigo... ¿qué tal?, ¿soy buen cazador de mariposas? El nuevo mundo Retrocedamos algunos días. Cuando Teodoro Golfín levantó por primera vez el vendaje de Pablo Penáguilas, este dio un grito de espanto. Sus movimientos todos eran de retroceso.

Y las buenas mujeres citaban nombres de solteras ricas y bonitas, más ó menos desgraciadas. Y entretanto ¿si le afusilan á D. Basilio? Julî se tapaba los oidos, miraba á todas partes como buscando una voz que hablase por ella, miraba á su abuelo; pero el abuelo estaba mudo y tenía la vista fija en su pica de cazador. Aquella noche durmió apenas.