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Pero y ¿para qué habrán de estudiar el calzado? preguntó una señora mayor; ¡no será para los artilleros peninsulares! Los indios pueden seguir descalzos, como en sus pueblos. Justamente ¡y la caja economizaría más! añadió otra señora viuda que no estaba contenta de su pension. Pero, observen ustedes, repuso otro de los presentes, amigo de los oficiales de la comision.

No le faltaba nada, ni el mantón de Manila, ni el pañuelo de seda en la cabeza, empingorotado como una graciosa mitra, ni el vestido negro de gran cola y alto por delante para mostrar un calzado maravilloso, ni los ricos anillos, entre los cuales descollaba la indispensable haba de mar.

Por otra parte, la solicitud en buscar los animales vestidos de hermosas pieles, tales como los marimonos negros y rojos, no dejaria de producir grandes provechos, del mismo modo que la conservacion de las pieles de gran-bestia, que con el curtido se transformarían en cueros los mas convenientes para los arneses de coches; dirémos otro tanto de la piel de los venados, que es tan elástica y suave como el cuero de la gamuza, del que fabrican en Europa los guantes mas estimados, ó el calzado de mayor comodidad.

Lo primero que hay que hacer dijo Stein es impedir que esta niña se exponga a la intemperie. ¿Lo estás oyendo? dijo a la niña su angustiado padre. Es preciso continuó Stein que gaste calzado y ropa de abrigo.

Has llegado tarde al rosario dijo doña María a D. Diego después que me indicó un asiento. ¿Pero no dije a usted respondió el joven que lo rezaba esta tarde en el Carmen Calzado? De allí vengo ahora, junto con Gabriel, que volvía de confesarse con el padre Pedro Advíncula. ¡Qué excelente sujeto es el padre Pedro Advíncula! me dijo en tono sumamente ponderativo doña María.

El aire era transparente, la sierra tomaba un color de violeta obscuro, la llanura se teñía de gris; por el ambiente corrían las frías claridades, el aliento fresco que denunciaba la proximidad del invierno. No hace más que cuatro días que la señorita ha llegado y ya parece otra dijo la doncella que se hallaba a sus pies arrodillada cambiándole el calzado.

Sin poder leer, me puse naturalmente a contemplar a la que tan íntimamente iba a ser mi compañera de viaje. Era indudablemente bonita, grandes ojos pardos, pelo castaño, un cuerpo modelado y un pie fino y bien calzado asomaba la puntita por debajo del vestido. No pude vencer mi curiosidad; en Europa me habría abstenido de dirigirle la palabra; extranjero y en América... ¡bah!

Un grupo de arces plantados cerca del castillo enfrente de las ventanas de su habitación recibía un reflejo rojizo que todas las noches me indicaba la hora en que ella terminaba la vigilia. Con frecuencia era muy tarde. Una hora después de la media noche aun se percibía aquel resplandor. Me puse un calzado ligero y bajé la escalera a tientas.

Moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corría con exorbitancia; puso tasa en los salarios de los criados, que caminaban a rienda suelta por el camino del interese; puso gravísimas penas a los que cantasen cantares lascivos y descompuestos, ni de noche ni de día.

Vaya, Julián, ¿qué quiere usted que haga a su edad? No ha de ser formal como los mayores. Ven conmigo, rapaz, que voy a arreglarte algo para que te tapes esas piernecitas.... ¿No tiene calzado? Pues hay que encargarle unos zuecos bien fuertes, de álamo.... Y le voy a predicar un sermón a su madre para que me lo enjabone todos los días. Usted le va a dar lección otra vez.