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Sin embargo, para el viejo porteño que no ha salido nunca de Buenos Aires, o para el joven provinciano que recién llega de su provincia, el Club es, o era en otro tiempo, algo como una mansión soñada cuya crónica está llena de prestigiosos romances y en el cual no es dado penetrar a todos los mortales. Don Benito conocía la casa desde su fundación y gozaba en ella de una influencia única.

Rivadavia había puesto en la carpeta de su bufete como asunto vital la navegación interna de los ríos; en Salta y Buenos Aires se había formado una gran asociación que contaba con medio millón de pesos, y el ilustre Sola realizado su viaje y publicado la carta del río. ¡Cuánto tiempo perdido desde 1825 hasta 1845! ¡Cuánto tiempo más aún hasta que Dios sea servido ahogar el monstruo de la Pampa!

Lavalle había sido menos afortunado en Buenos Aires, y Rosas, que estaba destinado a figurar un papel tan sombrío y espantoso en la historia argentina, ya empezaba a influir en los negocios públicos y gobernaba la ciudad.

Se ve que este mozo del campo no cree en «la educación de una joven a la moderna», y arregla a palos los problemas de honor. La niña tiembla al pensar en la futura entrevista y en lo que pueda decir el hermanito, que la amenaza con sus revelaciones; por ella no llegaríamos nunca a Buenos Aires... Pero sus terrores pasan pronto: los olvida apenas se ve rodeada de hombres.

El gitano daba suspiros, como un eco del dolor que rugía delante de él, y hablaba al mismo tiempo a Salvatierra de su amada muerta. Era lo mejorsito de la familia, señó... y por eso se ha ido. Los buenos se van pronto.

Llegando á la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa Maria de Buenos Aires, y provincia del Rio de la Plata, se saldrá de ella, y se caminará por el camino abierto que hay de las carretas, que es el que traginan los de Buenos Aires á la sierra del Tandil.

Millares de cargas atraviesan la Pampa, llegan a Buenos Aires, y encuentran... que hacía dos meses que habían bajado de precio, hasta no costear ni los fletes.

Era Juanita devotísima de la Virgen de la Soledad, y subió a la iglesia que está cerca del castillo y donde se venera su imagen a darle gracias por los beneficios ya recibidos y a rogarle fervorosamente para que le fortaleciese en sus propósitos, que ella creía santos y buenos. Casi toda la gente estaba en la parte baja y llana de la villa.

La mayor parte de las profesiones demandan un hombre entero, para ser desempeñadas cual conviene; si se olvida esta verdad, las fuerzas intelectuales se consumen lastimosamente sin producir resultado: como en una máquina mal construida se pierde gran parte del impulso por falta de buenos conductos que le dirijan y apliquen.

Gallardo, estupefacto ante su obra, inclinaba la cabeza bajo el chaparrón de insultos y amenazas. «¡Mardita sea la suerte!...» Había entrado a matar lo mismo que en sus buenos tiempos, dominando la impresión nerviosa que le hacía volver la cara como si no pudiese soportar la vista de la fiera que se le venía encima.