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»Respondió Camila que le parecía muy bien su parecer y que ella le seguiría; pero que en todo caso convenía buscar qué decir a Anselmo de la causa de aquella herida, que él no podría dejar de ver; a lo que Leonela respondía que ella, ni aun burlando, no sabía mentir.

Acepto replicó don Anselmo , el ejemplo de esa dama y de ese caballero andante de los buenos tiempos antiguos que el P. Enrique nos presenta; pero dudo mucho de que el caballero haga sus proezas con la esperanza de galardón ya perdida. La misma alta opinión en que tiene a la señora de sus pensamientos le persuade de que no ha de ser ingrata.

Aunque ha vuelto de Granada licenciado en leyes, sigue tan burro como se fue, salvo que rebuzna en latín y larga las coces ajustadas a Derecho. Pero, en fin, tienes razón. No debemos quejarnos de ellos. Debemos despreciarlos. El arrastrado del padre Anselmo tiene la culpa de todo. No maldigas del padre replicó Juanita . Es un bendito, espejo de santidad.

Se habia cubierto anticipadamcnte con los indios fieles que se distinguen por Mañazos, á las órdenes de su cacique D. Anselmo Bastirra, el cerro elevado, que vulgarmente se llama del Azogue.

No quiso Lotario decir a Camila la pretensión de Anselmo, ni que él le había dado lugar para llegar a aquel punto, porque no tuviese en menos su amor y pensase que así, acaso y sin pensar, y no de propósito, la había solicitado. »Volvió de allí a pocos días Anselmo a su casa, y no echó de ver lo que faltaba en ella, que era lo que en menos tenía y más estimaba.

Don Anselmo había terciado en los debates, aunque ya no tanto, por haberle tenido también D. Acisclo muy interesado en las elecciones.

Anselmo, jóven aficionado al estudio de las altas cuestiones de legislacion, acaba de leer un elocuente discurso en contra de la pena de muerte.

El recogimiento y la austeridad de Juanita al fin surtieron efecto. La idea que el padre Anselmo concibió de que había logrado convertir a aquella pecadora incipiente y de atraer al aprisco a la ovejita descarriada antes que cayese entre las uñas y la boca del lobo, fue adquiriendo resonancia y eco entre el vulgo.

Anselmo encendió dos luces de esperma y salió. Oye, si la señora pregunta por , que allá voy... que estoy ocupado... que me espere en su cuarto.... ¿No es eso? ¿No quiere usted que estemos solos? El Magistral aprobó con la cabeza, mientras clavaba los ojos en la puerta por donde salía Anselmo. «Ya estaba allí, ya había que hablar... ¿qué iba a decir?

Admirada quedó Camila de la respuesta de Anselmo, que la puso en más confusión que primero, porque ni se atrevía a estar en su casa, ni menos irse a la de sus padres; porque en la quedada corría peligro su honestidad, y en la ida iba contra el mandamiento de su esposo.