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Cristóbal de Virués. López Pinciano, sobre el drama español. Más duradera memoria dejaron algunos poetas de Valencia, que cultivaron la poesía dramática poco después de Juan de la Cueva. Valencia, que, juntamente con Sevilla, fué la ciudad más rica y populosa de la antigua España, estaba hacía tiempo en posesión de un teatro fijo, parecido al de Madrid, y llamado el corral de la Olivera.

El capitán Virués, insigne ingenio, Puso en tres actos la comedia, que antes Andaba en cuatro, como pies de niño, Que eran entonces niñas las comedias; Y yo las escribí de once y doce años, De á cuatro actos y de á cuatro pliegos, Porque cada acto un pliego contenía.

Aparecieron impresas por primera vez en el tomo VIII de El Parnaso español. Tales son dos tragedias, tituladas Dido y La destrucción de Constantinopla, de Gabriel Lasso de la Vega, impresas en su Romancero: Alcalá, 1587. Las tragedias de Gabriel Lasso de la Vega, que yo he leído después, son, sin duda, muy parecidas á las de Virués.

Marlow y Virués se asemejan por su predilección á lo horrible y espantoso, por sus escenas monstruosas y violentas, y por su amor á la hinchazón y á la hojarasca.

Es de presumir, que las obras de Malara y de su escuela no formaron parte de ellos, y que las de La Cueva, Artieda y Virués, no se representaron sino después de muchos años de haber figurado en los de Sevilla y Valencia, no haciéndose mención alguna, antes del año de 1580, de poetas naturales de Madrid ó de su territorio, que surtiesen los teatros de la capital con piezas suyas.

Pasó este tiempo, vino otro, Subieron á más alteza; Las cosas ya iban mejor; Hizo entonces Artieda Sus Encantos de Merlín Y Lupercio sus tragedias. Virués hizo su Semíramis, Valerosa en paz y en guerra: Morales su Conde loco, Y otras muchas sin aquestas. Hacían versos hinchados, Ya usaban sayos de telas De raso de terciopelo, Y algunas medias de seda.

¡Oh si á mi pluma concediera el cielo En esto lo que vello en mi persona! ¡Oh si así como la gran batalla Supiera describilla yo y cantalla! En una carta dirigida á su hermano, fechada en Milán en 1605, habla Virués muy prolijamente de un viaje de Milán á Flandes, que hizo al frente de un destacamento. Lo mejor y más animado es la descripción del paso de San Gotardo.

Si nuestro deber nos obliga á señalar los defectos capitales de Virués, es justo añadir también en su honor, que, á pesar de los incomprensibles absurdos, á que lo arrastraba una falsa idea del arte ó la indulgencia consigo mismo, revela talento no común, que, mejor dirigido y habiendo imitado modelos más perfectos, hubiese dado, sin duda, resultados más provechosos.

Más largo tiempo hubo de servir á D. Jerónimo Manrique, obispo de Ávila, y después inquisidor general, puesto que en sus últimos años pronuncia su nombre con la gratitud más ferviente: «Cuantas veces me toca al alma sangre Manrique, no puedo dejar de reconocer mis principios y estudios á su heróico nombreMontalván añade que el joven poeta compuso para este prelado diversas églogas, y el drama pastoril Jacinto, y que esta obra dramática es la primera escrita en tres actos; pero el mismo Lope atribuye esta minoración, que había de convertirse en ley, al poeta Virués, y antes de ahora hemos visto que Cervantes se alaba también de este mérito, no grande en verdad.

Carecen por completo de invención y de carácter dramático, y merecen crítica aún más rigurosa que las de Virués por la tendencia constante de hacer efecto, acumulando unos sobre otros sucesos y horrores sin cuento.