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No; estará allí como pupila mientras se resuelva otra cosa... Oigo regañar a la condesa; está descargando su cólera sobre los sirvientes. Voy a tratar de calmarla, ahora que ha consentido en todo. Así que sepa algo nuevo, vendré a decíroslo. Id a vuestro cuarto, Marta, y tratad de descansar de vuestras emociones. ¡Oh! ¡No me atrevo! ¿Por qué? ¿Qué teméis? A la condesa. Irá allí y me castigará.

LA SIRVIENTA. Es lo de siempre... El general, que está colgado del teléfono... Pregunta por cuarta vez si volviste a casa... El pobrecito pierde la paciencia. ¿Qué se contesta...? LEONIE. ¡Que ya voy...! ¡Maldito rufián...! LA SIRVIENTA. ¿Se marchó tu ahijado...? ¿Y sin tomar nada...? LEONIE. ¡No! ¡Figúrate...! ¡Es una aventura extraordinaria! ¿Conoces la historia de Thais?

Era este viaje el quinto que emprendía a las riberas del Plata, y mostraba una pericia de navegadora trasatlántica en su amabilidad con el personal del buque que mejor podía servirla, en la reserva discreta con que se mantenía aparte de los pasajeros de una clase social superior especialmente de las señoras, modo seguro de evitarse desprecios y malas palabras , y en su acierto al escoger su lugar en la cubierta, colocando el mismo sillón de junco, las almohadas y las mantas que le habían acompañado en anteriores viajes. «Yo voy a Buenos Aires casi todos los años había dicho al curioso Maltrana para cortar sus preguntas insidiosas . Es mi negocio; viajo por una gran casa de sombrerosMaltrana, malicioso e incrédulo, pensaba que la hermosa viajera comercial no debía llevar con ella otras muestras que los propios sombreros, un poco fatigados.

Se alzó de la silla y, acercando su rostro al de la joven, le dijo con frase lenta y amenazadora: ¿Sabes, chiquilla, que ya me voy atufando, y que si llegas á sacarme de mis casillas habrá que sentir? Lo sentiré por última vez, te lo juro. Pégame, mátame... aprovéchate ahora, porque en cuanto ponga el pie en la calle se concluyó todo. El guapo la miró fijamente y en silencio.

; voy á publicar un trabajo á mi vuelta á Inglaterra, en el Century-Magasine... y deseo reunir datos.

Más alta era la moraleja que de mi historia, semejante a la que refirió al Conde Lucanor su consejero Patronio, has querido sacar ahora. Yo soy buen discípulo, aspiro a ayudarte en tu trabajo, y voy a sacar de él deducciones tan trascendentales que ya coincidan con las que esperabas sacar, ya vayan más lejos o suban más alto todavía. Alégrate y enorgullécete.

Pero, amigo mío, en todo lo que se pretende reformar hay algo que vencer; todas estas dificultades me parece se salvarían con arreglo que voy a proponer a la consideración de usted.

ELECTRA. El aire respirable, la vida, la... ¿Pues sabe usted, Marqués, que me parece que lo voy entendiendo? MARQU

Lo segundo... bastará para ocasionar mi muerte. »Pero si el Cielo, si mi ángel bueno, si la felicidad de toda mi vida, hicieran que él me contestase: ¡, amo a usted!... ¡Ah! está mal lo que voy a decirle, y con razón me colmará usted de reproches y maldiciones; pero entonces, monseñor, no habrá poder en el mundo que me impida ser suya y sacrificárselo todo... Todo lo arrostraría, hasta la cólera de usted... Porque, en definitiva, ¿qué podría usted contra ? ¿Hacerme morir? ¿Y qué me importaría la muerte si había sido amada?

La tía María estaba a su lado, llorando a lágrima viva. No parece dijo Marisalada sino que me voy a la China, y que ya no nos hemos de ver más en la vida. Cuando les digo a ustedes que he de volver. ¡Vaya, que esto parece un duelo de gitanos! ¡Si se han empeñado ustedes en aguarme el gusto de ir a la ciudad!