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Era el homeópata madrugador y comenzaba muy temprano sus visitas. Bonis le encontró vestido y acicalado, como para ir a pagar la visita a un embajador, que así era como él siempre se vestía para acercarse a la cabecera de sus enfermos.

Acabó de repasarles las espaldas, volvió y llevóme a su casa, donde me apeé y comimos. Libro Segundo: Capítulo IV: Del hospedaje de su tío, y visitas; la cobranza de su hacienda y vuelta a la corte. Tenía mi buen tío su alojamiento junto al matadero, en casa de un aguador.

También me acuerdo mucho de las visitas que nos hacía Nolo los sábados por la noche. Si viene por Canzana...» Arrepara, Nolo, arrepara esta C. Parece talmente dibujada por un escribano. ¡Qué rasgos, eh! ¡qué plumeo! El pobre Nolo no tuvo más remedio que admirar aquella artística letra en el momento crítico en que deseaba comerse las que seguían.

Cuando ella deseaba venir á la iglesia, tenía que obligarle á que se marchase por una hora ó dos al atrio del Casino con sus compañeros de armas. ¡Las visitas del joven inválido representaban tanto para Alicia!... Eran como una caridad. Me forjo la ilusión de que es mi hijo. Sus pocos años y su uniforme ayudan á este engaño.

Las calumnias con que la maledicencia perseguía a De Pas tenían un aislador en don Víctor; por su conducto no se propagaban, y aun tomaba a su cargo deshacer su perniciosa influencia. Doña Ana jamás había hablado a solas con el Magistral, y después que cesaron las visitas apenas volvió a verle de cerca. A lo menos ella no lo recordaba.

Señor gritaba él yo no sirvo para eso; no se me haga a mi hablar del tiempo, del mal servicio de criadas, de la carestía de los comestibles. ¡Exíjase de cualquier cosa menos hacer visitas de cumplido! Yo soy artista, no sirvo para esas nimiedades decía para sus adentros.

Su palacio encierra muebles incrustados de marfil y nácar, estatuas de mármol de Paros, vajillas de plata, vasos de Nola y jarrones del extremo Oriente, que tienen un barniz desconocido en los imperios de persas y de romanos. Ella hace visitas a mi costa en silla de manos lindísima, o se pasea o va al circo o al hipódromo en reluciente carroza o harmamaxa, tirada por cuatro blancos caballos.

Sólo se reunían a la hora de la mesa y cuando él no salía a la calle no permitía el menor ruido, ni que tocaran el piano las niñas; las ventanas debían estar siempre cerradas y la puerta no se abría, sino a muy contadas personas. Ni visitas, ni teatros; muy pocos paseos; ningún vino en las comidas y ayuno todos los viernes y demás días de abstinencia.

En todo tiempo se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar maitines y oración por los agonizantes, tornando a acostarse hasta las nueve, que oía misa, rezada por su capellán; a las doce angelus, antes de almorzar; por la tarde lecturas piadosas, vísperas, cinco llagas, recepción de visitas honestas y paseo en coche; antes de comer un rato de meditación en la capilla, y después de la comida otro rosario, letanía, y recomendación del alma: a las nueve y media se acostaba.

Porque no había en nosotros el menor rastro de deseo ¡y cuán hermosa estaba con sus profundas ojeras, su peinado descompuesto, y, el ardiente lujo de su falda inmaculada! Durante tres meses consecutivos raras veces faltó, sin llegar yo jamás a explicarme qué combinaciones de visitas, casamientos y garden party debió hacer para no ser sospechada.