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Cuando su madre lo llevó a la villa Dandolo, advirtió, por primera vez, que era un pobre ignorante, se ruborizó de la ociosidad en que había vivido y lamentó no haber aprendido la medicina. Las visitas son siempre largas en el campo. Se hace tanto para verse, que se tiene pena después de abandonarse.

Asistían a todas las novenas, a todos los sermones, a todas las cofradías, y a todas las tertulias de buen tono. Comían dos o tres veces por semana fuera de casa. Lo más del tiempo lo empleaban en pagar visitas. Esta era la ocupación a que daban más importancia entre todas las de su atareada existencia.

A Maxi le agradaba poco la amistad de Feijoo, sin que a punto fijo supiera por qué. Pero lo más particular era que a la misma Fortunata, al mes de aquella vida, empezaron a serle menos gratas las visitas de D. Evaristo.

Luego le vió correr, balanceando sus formas abultadas y reteniendo sus velos, que el viento marítimo parecía querer arrebatarle. Transcurrieron varios días de trabajo, de cansancio y de hambre, sin que el coloso recibiese nuevas visitas. Un anochecer, estando sentado en la arena, vió que un hombre saltaba ágilmente sobre una de sus rodillas, corriendo después á lo largo del muslo.

Sandoval, que acababa de llegar de unas visitas que había hecho en otros palcos, aseguró que el dictamen había sido favorable y que aquella tarde misma lo había examinado la comision superior y lo había aprobado.

Era una fiesta para Ramiro cada una de las visitas que solían hacer, en lo alto de las torres, a aquel «bachiller de badajos», como le llamaba el escudero.

Casi siempre se reciben en invierno las visitas en torno del hogar, donde arde un monte de encina o de olivo y pasta de orujo, bajo la amplia campana de la chimenea.

Nadie sabe como él llevar una carta a su destino, y, según los casos, dejarla precipitadamente o lograr en seguida la contestación. Es maestro en negar o permitir oportunamente la entrada a las visitas, y en cuanto a intervenir y ser ayudante y, tercero en aventuras e intrigas amorosas, no hay Mercurio ni Celestina que le aventaje.

No tiene formalidad, ni devuelve visitas, ni cumple palabras; pero de él es de quien se dice: ¡Cosas de fulano! y el hombre que llega a tener cosas es libre, es independiente. Niéguesenos, pues, ahora que se necesita talento y buen juicio para ser calavera.

Después de haberla temido tanto Nieves, le resultó hasta entretenida la tarea de pagar las visitas que debía entre las recibidas de los villavejanos en Peleches; porque, bien mirado el asunto, tenía su lado original y pintoresco; y ella, al fin y al cabo, era algo artista y muy observadora.