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Al juntarse tuvimos miedo no hubiesen tomado las fragatas en que iban el Virrey y Juan Andrea: dende á pocos días supimos cómo habían llegado á Malta en salvamento, donde hallaron algunas de las galeras que se habían escapado.

El Capitan estuvo allí tres dias Rehaciendo su gente; y como viese Que el estar mas allí, por todas vias, Dañoso era, ordenóse que se fuese En busca del Virrey y compañías, Que no se sabe de él á estuviese. Mas él, tan gran camino haciendo, Que sin poder errar le van siguiendo.

El asiento de Manso está cercano: Seguro estoy si fuera allá el bagage Y pueblo, el buen Virrey allí poblára, Que mucho á su pretenso le importára.

El que más influyó en el ánimo de su excelencia fué el padre Francisco del Castillo, jesuíta peruano que está en olor de santidad, el cual era padrino de bautismo de don Salvador Fernández de Castro, marqués de Almuña e hijo del virrey. Salcedo fué ejecutado en el sitio llamado Orcca-Pata, a poca distancia de Puno.

Arrebatar sigilosamente un prisionero a la autoridad militar, dentro de una plaza fuerte y en momentos en que el fanatismo de los partidos redoblaba la vigilancia, era empresa demasiado temeraria y difícil para que saliera bien no contando con altos auxilios. Salvador no tenía amistad con el Virrey, y aunque la tuviera de nada le valdría por ser D. Antonio Solá hombre muy inflexible.

Y para esto sería conveniente que el excelentísimo señor virrey se sirviese mandar por bando, en los parajes en que puede haber indios Tapes, que todos se restituyesen a sus pueblos, imponiendo penas pecuniarias a los ocultadores y corporales a los indios, o a los que no tengan con qué satisfacer las pecuniarias.

La precedente portada es la del interesante folleto de 6 hojas, más una pragmática Real sobre la forma que se ha de guardar en falta de Virrey, se refieren puramente a las causas civiles pendiente en Juzgado del Santo Oficio de la Inquisición.

En este canto se trata de la muerte y justicia que hizo el Virrey D. Francisco de Toledo, de D. Diego de Mendoza en Potosì, y del gran Señor Topamaro en el Cuzco.

En otra ocasión hemos hablado de las medidas prudentes y acertadas que tomó Amat para cumplir la real orden por la que fueron expulsados los miembros de la Compañía de Jesús. El virrey inauguró inmediatamente en el local del colegio de los jesuítas el famoso Convictorio de San Carlos, que tantos hombres ilustres ha dado a la América.

El nuevo virrey atendió perfectamente a poner en pie de defensa la costa desde Panamá a Chile, y envió eficaces auxilios de armas y dinero al Paraguay y Buenos Aires. Organizó en Lima milicias cívicas, que subieron a cinco mil hombres de infantería y dos mil de caballería, y él mismo se hizo reconocer por coronel del regimiento de nobles, que contaba con cuatrocientas plazas.