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Se maravilló de la violencia con que había tratado al bondadoso anciano, cuando no hacía más que emitir una opinión y dar un consejo que eran parte de su deber como médico, y que él mismo había solicitado expresamente.

El coronel quedó algunos momentos ensimismado con la cara metida entre las manos. ¿Qué hora es? preguntó al cabo. Las doce acaban de dar. ¡A ver, pronto, mi uniforme! exclamó con extraña energía incorporándose sin ayuda de nadie. ¡Rayo de Dios! ¡Enseguida, mi uniforme! volvió a proferir con más violencia, viendo que nadie se movía. La condesa fue al armario y lo trajo al fin.

Esto la reconciliaba con el P. Gil, que había comenzado a desestimarla. Varias veces, desde el primer intento, había abordado a su padre, pero siempre en vano y con desgracia. Osuna se oponía cada vez con más alta violencia.

Es por ese respeto al semejante que siente todo espíritu superior; por la consideración de que la violencia debe ser evitada, ya que, si todos se entregasen a ella, la vida social desaparecería... Cuando este pensamiento, que hoy es el de unos pocos, se extienda, abarcando a toda la humanidad, los hombres vivirán por su propia conciencia, sin leyes y sin gendarmes, trabajando por deber social, sin necesitar del hombre como único resorte de actividad y de la explotación sin entrañas como único medio de descanso.

Ruiloz miró hacia doña Carmen para convencerse de que seguía durmiendo, y sacando del bolsillo los dos frasquitos, el del agua clara y el de agua teñida de amarillo, dijo enseñándolos a Julia y refiriéndose al segundo: Este es un medicamento de una violencia excepcional; hay que emplearlo con la mayor precaución; no hay veneno que se le iguale. ¿Y cómo se da eso?

Es frecuente que haya otros dolores que recorren el cuerpo al mismo tiempo, especialmente en las escápulas y pequeñas articulaciones, en las manos y en los piés. Los cólicos que este medicamento alivia ó cura, son espasmódicos, y su violencia les distingue de los del eléboro blanco.

Hacia fines del año 1763, comenzó á iniciarse en la raza canina de la población una enfermedad algo extraña, la cual atacaba á los chuchos con tanta violencia, que en dos ó tres días eran muertos.

Miguel solía aprovechar esta buena disposición y osaba retozar con la fiera: cogiéndola súbito de la cintura la empujaba con alguna violencia y la hacía correr, a su pesar, por la sala o el corredor hasta fatigarla, sin hacer caso de sus protestas. ¡Estate quieto, Miguel! ¡Basta, Miguel! ¡Mira que me fatigo! La brigadiera, enfadada a medias, no podía menos de reírse.

Es tiempo de que te marches. Pero vives como en una atmósfera irreal, tu razón y tu voluntad ya no cuentan para nada. Repentinamente el deseo sobresalta tu corazón con una extraordinaria violencia; caminas hacia la pieza contigua con ánimo de huir, pero en seguida te vuelves.

Si he de confesar la verdad tampoco han acudido mis amigos, admiradores y parciales, aconsejándome y casi impulsándome con la violencia de sus ruegos para que le publique, según ocurre con frecuencia á otros autores más que yo dichosos.