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Su velocidad era insignificante comparada con la de un trasatlántico, pero resultaba absurda en relación con la de los vapores mercantes de gran casco y pequeña máquina que iban solicitando carga á cualquier precio por todos los puntos. Esclavo de la superioridad de su buque y en continua lucha con ella, Ferragut se esforzó por seguir navegando sin grandes pérdidas.

El buque inglés pretendía escapar valiéndose de su velocidad superior. Entonces el submarino le enviaba un torpedo... Todo esto había ocurrido en veinte minutos. De pronto se extinguían los ecos de la lejana tragedia al cortarse la comunicación. Un chirrido más fuerte en los aparatos, y ¡nada!... el silencio absoluto.

Mucho confiaba en su criterio y en su autoridad para imponerlo á los pilotos, pues lo mismo que él podían apreciar la velocidad de las carabelas por rutina, y mejor debían de conocer las propiedades de barcos de su pertenencia en que antes habrían navegado.

Ya era hora; mis ojos, extraviados por el terror, distinguieron á corta distancia una especie de muralla movible precedida de una masa espumosa que avanzaba hacia con la velocidad de un caballo desbocado. Esa muralla de barro, agua y piedras, era la que producía el terrible estruendo que me había despertado y me amenazaba.

Cuando leía en algún periódico eso del aire corrompido de nuestra política, creía que se trataba de una frase. Ahora lo respiro materialmente y me doy cuenta de que es mefítico. A veces huele como a ajos. Ese olor es la democracia. Es la esencia misma del régimen parlamentario. No hable usted mal de él... Los ventiladores giraban a toda velocidad; pero inútilmente.

Si el entusiasmo lo anima, desciende lentamente del caballo, desarrolla su lazo y lo arroja sobre un toro que pasa con la velocidad del rayo a cuarenta pasos de distancia; lo ha cogido de una uña, que era lo que se proponía, y vuelve tranquilo a enrollar su cuerda. Ainsi que l'océan, les steppe remplissent l'esprit du sentiment de l'infini.

No se trata ahora de allá, sino de acá respondió el cura. Vuelta á cuchichear los tres. D. Primitivo parecía sumamente interesado en la conversación y movía los gigantescos brazos cual si sirviesen de volante á sus ojos carniceros, que rodaban por las órbitas con pavorosa velocidad.

Ya ves, Lorenzo, con esta velocidad vamos doscientos o trescientos pasajeros, más o menos acaudalados... felices... de alta posición social... de gran porvenir muchos... en manos del maquinista, que actúa bajo una sola y tenaz preocupación: velar por nuestra vida. Un movimiento de despecho, de envidia ruin si cupiera en su alma fuerte y sana, bastaría para concluir con todos nosotros.

Esto depende de que los cuerpos que nos rodean giran con nosotros, animados de análoga velocidad; en consecuencia, sus distancias y posiciones relativas no se modifican: las tierras, los campos y hasta el aire son arrastrados como nosotros.

Tuviéron ámbos caminantes la osadía de dexarse arrastrar de las olas debaxo de esta bóveda; y el río, que en este sitio se estrechaba, se los llevó con horroroso estrépito y no vista velocidad.