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Conveniente es, sin duda, hablar de Gil Vicente, poeta portugués, al escribir la historia del teatro español, no sólo por la influencia que sus composiciones dramáticas, escritas para su país natal, tuvieron en el desarrollo del arte de esta nación vecina, sino también por las que escribió en castellano, de nuestra propia y peculiar incumbencia.

Al cabo de los ocho días se celebraron las bodas a oscuras. La niña vivió muy feliz. El novio salía muy temprano cada 50 mañana y volvía por la noche. Un día vino una vecina vieja a visitarla. Le preguntó si era feliz en su matrimonio. Ella le dijo que era muy feliz y que estaba muy contenta. Después le preguntó la vieja como era su marido, si era joven o viejo, feo o hermoso.

Francisca Cortés, Doncella, hija de Agustín Cortés de Rafael, alias Bruguea, mercante de oficio y de Isabel Terongí su mujer, natural y vecina de esta Ciudad, de edad de diez y ocho años, presa por judaizante. Salió en forma de penitente con sambenito de dos aspas y vela verde en las manos.

Chica, murmuró al oido de su vecina la que llamó fantoche á don Timoteo, ¿has visto qué falda? ¡Uy! ¡las cortinas del Palacio! ¡Calla! ¡y es verdad! Pues se llevan todo. ¡Verás como se hace un abrigo con las alfombras! ¡Eso no prueba más sino que tiene ingenio y gusto! observó el marido, reprendiendo á su esposa con una mirada; ¡las mujeres deben ser económicas!

A pocos pasos de ellos un señor grueso y miope leía su periódico, un grupo de mujeres charlaba y hacía labores. Una señora con peluca roja y dos perros alguna vecina que bajaba al jardín para dar aire á sus acompañantes pasó varias veces ante la amorosa pareja sonriendo discretamente. ¡Qué fastidio! gimió Margarita . ¡Qué mala idea haber venido á este lugar!

Echó mano a la faldriquera la señora Tenienta, y halló que no tenía blanca. Pidió un cuarto a sus criadas, y ninguna le tuvo, ni la señora vecina tampoco.

Por la mañana, en la bahía de Río Janeiro, habían tenido que hacer esfuerzos los enfermeros para sostenerle en la cama. Quiso huir apenas notó la inmovilidad del buque. ¡Ya habían llegado a Buenos Aires! Y el panorama de la vecina ciudad entrevisto por un tragaluz al incorporarse en el lecho, había servido para aumentar su desesperación.

Ni padre, ni madre, ni parientes, ni amigos: hasta el sol le faltaba, el amigo de todos los seres creados. Pasó dos días metido en su cuarto, recorriéndolo de una esquina a otra como un lobo enjaulado, sin probar alimento. La criada, ayudada por una vecina compasiva, consiguió al cabo impedir aquel suicidio: volvió a comer y pasó la vida desde entonces rezando y tocando el piano.

Isabel Terongí, mujer de Agustín Cortés de Rafael, alias Bruguea, negociante de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cuarenta y tres años; reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa; leyósele su sentencia con méritos y fue relajada a la Justicia y brazo seglar con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.

Juana Cardona, alias Vila, viuda de Jaime Vila, difunto, jornalero de oficio, natural de Ciudadela, en Menorca, vecina de esta Ciudad, de edad de cincuenta y siete años, presa segunda vez por sortilegios graves, hereticales, pacto explícito con el Demonio, con creencia y pertinacia en él y apostasía de la Fe Católica.