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No estaban en él sino los parroquianos habituales, el cura, el preceptor, el doctor Desmarest, y en fin el general de Saint-Cast y su mujer, que habitan, como el doctor, en la pequeña ciudad vecina. La señora de Saint-Cast, que parece haber llevado á su marido una bella fortuna, estaba entretenida, cuando entré, en una animada conversación con la señora de Aubry.

Isabel Cortés, viuda de Rafael José Cortés, de oficio botiguero; alias la Moyaneta, natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cincuenta y cinco años: reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: leyósele su sentencia con méritos y fue relajada a la Justicia y brazo seglar con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.

Leonor Cortés, mujer de José Martí de Francisco, alias bruy, negociante de oficio; de edad de sesenta y dos años, natural y vecina de esta Ciudad, reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa; murió en las cárceles, salió al Auto en estátua con insignias de relajada; leída su sentencia con méritos, fue condenada su memoria y fama y relajada a la Justicia seglar, con sus huesos, que salieron también al Auto y confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.

Para comprender lo grave de la noticia, basta oír la conversación de Guardiana con una vecina de mesa. ¿ no sabes, Guardia? La Píntiga se metió protestanta. ¿Y eso qué es? Una religión de allá de los inglis manglis. No por qué se consienten por acá esas religiones.

Pero antes de entrar, una de las viejas, robusta y venerable vecina, que revelaba en su semblante bondadoso una gran pena, detuvo al cura, y le preguntó en voz baja: Hermano cura, ¿lo ha visto Vd. por fin? ¿Está más aliviado? ¿vendrá esta noche? ¡Ah! , Gertrudis, respondió el cura; se me olvidaba ... lo , hablé con él, está triste, muy triste; pero vendrá, me lo ha prometido.

¿Llegamos ya? preguntó el duque. Un poco de paciencia. La señora Chermidy había distinguido a don Diego algún tiempo antes de la llegada de su marido. Era su vecina en el teatro de los Italianos y había sabido mirarle con tales ojos que se hizo presentar a ella.

Comienzan estos autores el capítulo de los meses peruanos con las siguientes palabras: "Seguimos la etimología derivada de la lengua quíchua; mas, como hay otra cuyo orígen es ménos claro, no siendo quíchua pero ni perteneciente á otra lengua vecina, hemos creido conveniente citar al fin de cada mes estos nombres particulares."

Sin gran esfuerzo de imaginación, podemos figurarnos el estado de alma de una de aquellas romanas o de aquellas griegas honradas a quienes las leyes civiles y religiosas llamaban al matrimonio y que no encontraban marido. Extrañadas al principio, cada cual podía pensar que siendo más amable y más bella que su vecina, su juventud no se pasaría en un lamentable aislamiento.

Levantose bruscamente y sin decir nada cogió a Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló la herida del joven; después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido.

Isabel Pomar, viuda de Rafael Martí del arpa, de oficio que fue negociante, natural y vecina de esta Ciudad; de edad de treinta y siete años, reconciliada y presa segunda vez por judaizante.