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Dios guarde á Vd. muchos años. Fuerte del Carmen, Rio Negro, 19 de Abril de 1782. Señor D. Basilio Villarino. =Respuesta=.

La tercera transicion es de él á mi, y se expresa así Y en el subjuntivo La cuarta transicion de él á ti, ó á Vds. Se forma añadiendo eneu á la primera persona singular, como elueneu, él te da, y eymu mo, eimin mo, en el dual y plural. Y en el subjuntivo, elmi mo, elmu mo, elm'n mo. La quinta transicion, de mi á Vd., á él, á esto, ó aquella, se forma con la interposicion de la partícula vi, como

Oiga Vd., prosiguió su interlocutor: no es de ahora que noto yo que me huye Vd. la cara. No huyo la cara ni á Vd. ni á nadie, contestó Varmen; pero no soy amiga de dar conversación á los hombres. Ni yo de sembrar para no coger: ¿está Vd., Varmen? ¿Vd. me desprecia á ? No, señor; yo no acostumbro á bajar á nadie de su estado. ¿Yo? No, señor: yo no abro mi ventana. Á otro se la abrirá Vd.

Desde que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza... Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!... No es nada de eso. Pues no te entiendo. Ahora me comprenderá Vd.

¡Bien se ve que eres mi hijo! exclama mi padre con júbilo al contemplar mis adelantos. Es tan bueno mi padre, que espero que Vd. le perdonará su lenguaje profano y sus chistes irreverentes. Yo me aflijo en lo interior de mi alma, pero lo sufro todo. Con las continuadas y largas lecciones estoy que da lástima de agujetas.

Una tarde vio Pepe entrar en la biblioteca del Senado un caballero como de cincuenta años, alto, canoso, con el rostro enteramente afeitado y de aspecto excesivamente limpio, que dirigiéndose al principal encargado, le dijo: Vengo a pedir a Vd. un favor. ¿Podrá Vd. recomendarme uno de estos muchachos que tiene Vd. aquí, a sus órdenes, para que venga unas cuantas mañanas a mi casa y me ayude a poner en orden mi librería?

¡El hermano cura! repetí yo con extrañeza; ¡qué raro! ¿Es así como llaman aquí a su párroco? No, señor, me respondió el sacerdote, antes le llamaban aquí, como en todas partes, el señor cura; pero a me desagrada esa fórmula, demasiado altisonante, y he rogado a todos que me llamen el hermano cura: esto me da mayor placer. Es Vd. completo. ¡Y yo que he venido llamando a Vd. el señor cura!

¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo soy así. No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego. Pues delo Vd. por pensado: acepto. ¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su hermano?

Me han hecho los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico juicioso, ¿eh? ¿Oye Vd. esto? preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero, añadió. Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le servirán a Vd. mucho. Casi es abogado... El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus años, le habló así: Vamos a ver, joven.

El contento de verlos y de hablar con ellos, después de tantos años de ausencia, me ha embargado el ánimo y me ha robado el tiempo, de suerte que hasta ahora no he podido escribir a Vd. Vd. me lo perdonará. Como salí de aquí tan niño y he vuelto hecho un hombre, es singular la impresión que me causan todos estos objetos que guardaba en la memoria.