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Llamo sobre este particular la atencion, deseoso de que el lector vaya acostumbrándose á referir todas las ideas á pocos puntos, en que todas se enlacen, con un vínculo facticio, producto de métodos arbitrarios, sino por la íntima naturaleza de las cosas.

Da grima le dije obedeciéndole , pensar en la conducta de este renegado montañés. Tuve que descifrar la metáfora para que el espolique me entendiera lo que yo quería decirle; y en cuanto me hubo entendido, me respondió: Déjeli, déjeli que se vaya en gracia y antes con antes aonde jaz más falta que aquí. Pa meter buya y causar malis a lo mejor, ríus como ésti nos sobran por la banda de acá.

Vaya, no perdamos tiempo; y si los salvajes están todavía a tiro de fusil, tratemos de aligerar su retirada. Al ser asaltados, quizá abandonen las calderas. ¡Andando; a escalar las rocas! Era inútil pensar en seguir pescando mientras no volvieran a su poder las pailas para la preparación del trépang.

¿Cómo es eso?... ¡Señor!... ¡Cuente! exclamó Baldomero. ¡Cosas de Melchor, amigo! me lo has dicho recién. Es que soñé realmente con que paseaba con ella a caballo. ¡No decía yo!... ¡Si se me hace que vamos a andar mal! dijo Baldomero, agregando: ¡Vaya que ella también haya soñado!... Sería interesante dijo Melchor saber con quién... ¡Así es! repuso Baldomero.

D. Diego dijo Santorcaz . Puesto que la Sra. Condesa le escogió a usted esa esposa, sin duda es un gran partido, y usted debe insistir en casarse con ella. ¿Si? Pues vaya usted a sacarla del convento añadió Rumblar . Vamos, que, según me dijeron, no hay quien le hable de otro esposo que Jesucristo.

Suspenso y como turulato se quedó Morsamor al oír en boca de Sankarachária el nombre de su benéfico amigo. Entonces exclamó sabrás quién soy yo. El Padre Ambrosio te lo habrá contado todo. Y vaya si me lo ha contado.

Buenos días, tía.... ¿Me haces un favor? Mande usted. Coge el sombrero, y corriendito te vas a oír misa. Oye: están llamando; es la misa del P. Solís, que es ligera.... ¡Anda, ve, pídele a Dios que te vaya bien! Obedecí a la anciana, corrí al templo, y la misa muy devotamente. Media hora después estaba yo de vuelta. Cuando llegué, los caballos me esperaban a la puerta.

Doña Encarnación habló antes que su marido, y dijo al oír aquellas proposiciones: estas loca, hija mía, y yo supongo que ni tu locura será contagiosa ni se la pegarás a tu madre. Imperdonable estupidez sería que ambas os arruinaseis por salvar a un pillastre. Anda, déjale que vaya a presidio. Aquel es su término natural e inevitable.

Poco después don Quintín iba por la calle haciendo estas reflexiones: «¡Vaya un tío cuco...! pero se ha fastidiado. ¡Cincuenta duros...! ¡Carola, segura...! En cuanto a lo demás... Cristeta verá lo que hace: he cumplido sus órdenes; ahora... me lavo las manosHasta quedarse solo no sintió don Juan en toda su intensidad el disgustazo que acababan de darle.

Apenas enunciado este nombre, arrepintiose de enunciarlo don Mariano... Pero se arrepintió tarde... Se desmintió, y no le creyeron... No le quedaba más recurso que pedir encarecidamente silencio y reserva al juez de paz... Hacíalo así cuando el juez le interrumpió despidiéndose: Vaya tranquilo, don Mariano, que no lo diré a nadie... ¿Por quién me toma usted?... ¡Detesto los cuentos e intrigas como al propio demonio!