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Vamos a contarlos: son veintitrés. Ahora se pone encima un papel, ¿estás? Primero se mete en medio la cajita de plumas con las cuentas dentro, para que no se corran los huesos de albaricoque... ¡Ajajá! Venga otro papel. Veme dando ahora las cajas de fósforos; dos, dos... dos... dos. ¿Ves? Se cubre todo y así no se pueden rodar.

Usted, como no sabe lo que es fe, ni temor de Dios, ni nada, no comprende esto. ¿Y podría ser mi amiga?... Vamos, que no pide usted poco... Ahora quiere que después de lo que ha pasado partan un piñón...

, tus ideas... tus reflexiones... tus sentimientos secretos... ¿A quién se los dices?... ¿Es a doña Polidora? ¡Dios mío! no, papá. No comprendo bien lo que entiendes por... Mi padre hizo un gesto de impaciencia. Vamos a ver... Hace seis meses que vives a mi lado, rodeada de hombres de talento y de valía... y todos empeñados en agradarte.

Que me proteja aún durante algunas horas, y mi Laura será libre para siempre. ¡Hoy podrá llamarme madre, delante de todo el mundo! ¡Cómo! ¿Qué queréis decir? Callaos, Catalina, vuestro marido podría oírnos. Quiero estar sola con vos. Vamos, entrad, Andrés cuidará la puerta. Catalina habló un momento a su marido y luego entró en la casa con la viuda.

Solamente agregó con su ofuscación desesperada, tomándose la cabeza entre las manos y volviéndose a mirar a los presentes me esfuerzo... me esfuerzo por imaginar dónde están mis guineas. ¡Ah, ah! han ido a donde hace bastante calor para fundirlas, creo dijo el señor Macey. ¡Vamos! repuso el herrador.

Vamos á explicarlos. En virtud de la rotación diurna, todo punto de un paralelo cualquiera describe, pues, el día del equinoccio, la mitad de su circunferencia en la zona de luz y la otra mitad en la de sombra. El día es igual á la noche en toda la Tierra, y bajo todas las latitudes; de esta circunstancia se deriva precisamente el nombre de equinoccio.

Aquí donde me ven, yo, doña Eufrasia de Hinestrosa y Membrilleja soy muy principal y mi difunto fue empleado en la renta del noveno y el excusado. Pero vamos a lo que importa. ¿Fuiste allá, brujita mía? Por sétima vez. ¡Y qué buena que es mi doña María!

Es la hora señalada, acudís con puntualidad, y os hallais en presencia del héroe de la mañana. D. Nicasio está algo descompuesto en su vestido, merced á un calor que le ahoga. Medio tentido en el sofá, os devuelve el saludo con un esfuerzo afectuoso, pero con evidentes señales de fastidiosa lasitud. Vamos á ver, Sr. D. Nicasio, si quedamos convenidos definitivamente.

Vamos, artilleros, a vuestras piezas; ¡y vosotros, rumbo hacia la tartana, que Satanás confunda!

Y ¿en qué vas a entretenerte? la preguntó al fin don Alejandro. Por de pronto, en coger florecillas y helechos, que abundan entre estas peñas sombrías. ¡Verás qué guirnaldas y qué ramilletes tan lindos voy a hacer!... Vamos, tu manía. A veces vuelves a casa hecha una varita de san José. Corriente.