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PANTOJA. Vaya usted... Cuide de que Máximo no intervenga... DON URBANO. Voy. PANTOJA. Temo alguna contrariedad. PANTOJA. ¿Y Máximo? BALBINA. Lleno de confusión, como todos nosotros, que no entendemos... Voy a dar parte a la señora... PANTOJA. No, no. ¿Han venido la Superiora y las Hermanas? BALBINA. Ahí están. PANTOJA. No diga usted nada a la señora. Entre en la casa y espere mis órdenes.

Entre estos había dos caciques llamados Urbano Garnica y Pedro de Santa María, que teniendo para su placer muchas concubinas, llevaban muy mal tomase campo en aquella tierra Cristo Nuestro Señor y su ley santísima, con lo cual ellos se habían de ver precisados á desamparar el país ó á salir del cieno de la deshonestidad.

Otro tanto hizo el legítimo papa Clemente VII. Urbano eligió por obispo á Menendo de Cordula, y le envió por legado suyo al rey D. Enrique para que este le reconociese por legítimo Pontífice, autorizándole para ofrecer en su nombre al monarca de Castilla, á fin de granjearse su voluntad, tres piezas de escarlata para que se vistiera con la reina y sus hijos del mismo color que se vestía el Papa.

D. Manuel José de Lavalle, Director General de la Real Renta de tabacos; el Sr. D. Miguel de Irigoyen, Caballero del Orden de Alcántara, y Teniente Coronel de caballeria; el Sr. D. Vicente Caudevilla, Contador interino de la Real Renta de tabacos; el Sr. D. Diego Herrera, Teniente Coronel urbano; el Sr. Dr. D. Gregorio Tagle, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr.

No siempre he tenido yo los ojos lagañosos y ribeteados de escarlata; no siempre se ha tocado mi barba con mis narices, ni he sido siempre criada de servicio. Soy hija del papa Urbano X y la princesa de Palestrina.

Dignos sucesores han tenido y tienen para el cultivo de las ciencias históricas en los hermanos Oliver y en el doctor Berlanga; para la poesía, en Narciso Díaz de Escovar, Salvador González Anaya y Ramón A. Urbano, sin contar con los que residen en Madrid de asiento; y para la novela, en Arturo Reyes, que puede ya ponerse al nivel de nuestros mejores novelistas y autores de cuentos.

PANTOJA. Ya os lo explicaré... Aguarde usted. Dispongamos ahora... DON URBANO. ¿Qué? Deje usted que lo piense... Será preciso traerla a casa... Vaya usted... Llega Máximo... DON URBANO. Los niños corren hacia él... Parece que le informan... Electra se dirige a la gruta. Máximo va hacia la niña... Electra huye de él... Hablan el Marqués y mi sobrino acaloradamente.

Rióse Roger de los fantásticos conocimientos canónicos del veterano, á quien preguntó si la valiente Guardia Blanca había llegado en efecto hasta Avignón y doblado la rodilla ante el sucesor de San Pedro. No lo dudes, chiquillo, contestó Simón. Dos veces he visto yo al Papa Urbano con mis propios ojos.

DON URBANO. No sabía... Yo jamás me traté con esa gente. Eleuteria, por la fama de sus desórdenes, se me representaba como un ser repugnante... MARQU

Coronel D. Agustin de Pinedo, Sargento Mayor del regimiento de dragones; el Sr. Teniente Coronel D. Mariano Larrazabal, Capitan del mismo; el Sr. D. Martin de Arandia; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Rodrigo Muñoz y Rábago; el Sr. D. Francisco de la Peña Fernandez, vecino y de este comercio; el Sr. Capitan de milicias D. Antonio Villamil; el Sr. Dr. D. Agustin Fabre, profesor en medicina; el Sr.