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No podía hacerlo de otro modo, aunque sólo fuera por buena educación. , por eso contestó Freya sencillamente . Adiviné que me esperaba para hacerse el encontradizo, y no quise entrar en el comedor... Le advierto que siempre haré lo mismo. Ulises lanzó un «¡ahde asombro... Ninguna mujer le había hablado con tanta franqueza.

Ulises, al seguirla, adivinó fija en sus espaldas la mirada recelosa del escribiente. ¿También es polaco? preguntó. , polaco... Es un protegido de la doctora.

No esté usted enfadado dijo ella . ¡A ver, tiburón mío, sonría usted un poco, muéstreme sus dientes!... Las libaciones á los dioses tienen la culpa. ¿Está usted ofendido porque he querido compararle con ese tipo?... ¡Pero si usted es el único hombre que yo aprecio un poco!... Ulises, le hablo en serio, con toda la franqueza que da el vino.

Era café mezclado con aguardiente de caña, pero en desiguales proporciones, siendo más el alcohol que el líquido negro. Tòni bebía rápidamente todos los vasos ofrecidos. El capitán los rechazaba, pidiendo café puro. Su sobriedad era la del antiguo nauta: la sobriedad del padre Ulises, que mezclaba el vino con agua en todas sus libaciones.

Ahora, el mismo presentimiento le avisaba una reconciliación de los dos hombres, cuyos bultos distinguía confusamente. ¡Bendito sea el Cristo del Grao!... Y al saber que el capitán se quedaba á bordo hasta la tarde, se lanzó á la confección de uno de sus arroces magistrales, para solemnizar la vuelta de la paz. Poco antes de la puesta del sol, Ulises se encontró con su amante en el hotel.

¿Me lo dejarás?... Ya sabes que allá en la Marina los hombres se hacen fuertes como el bronce. ¿De veras que me lo dejarás?... Dudaba de su influencia ante el gesto indignado de la suave doña Cristina. ¿Confiar su nieto al Tritón, para que le infundiese el amor á las aventuras marítimas, lo mismo que á Ulises?... ¡Atrás, demonio azul!

Se dieron las manos, y ella le preguntó tranquilamente qué hacía allí mirando las olas y si avanzaban las reparaciones de su buque. ¡Pero confiese usted que mi presencia la ha sorprendido! dijo Ulises, algo irritado por esta tranquilidad . Reconozca que no esperaba encontrarme aquí. Freya repitió su sonrisa con una expresión de dulce lástima. Es natural que le encuentre aquí.

Estos paseos representaban para ella horas de alegría y libertad, como si sus largas permanencias al lado de la doctora fuesen de monótona servidumbre. Una tarde la esperó Ulises lejos del hotel, para evitar el espionaje del portero.

Algunos marineros se acostaban deseando morir, y había que levantarlos á golpes. Ulises conoció por primera vez lo que son las olas. Vió montañas de agua, verdaderas montañas, avanzando sobre el cascarón del buque. Su misma enormidad las hacía formar por ambos lados larguísimas pendientes.

La impaciencia de doña Cristina por reunirse con su marido y devolverle las comodidades de una casa bien gobernada arrancó á Ulises de esta vida de la costa. Durante varios años no vió otro mar que el del golfo valenciano. Y el Tritón menudeó los viajes á Valencia, arrostrando todos los inconvenientes y peligros de estas aventuras terrestres, á impulsos de su desorientada paternidad de célibe.