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Pepe, el casero de los Marqueses, con la boca abierta, en pie, pasmado y triste, esperaba órdenes en la habitación contigua a la del moribundo. Vio salir a Frígilis que enseñaba los puños al cielo, creyéndose solo. ¿Qué hay, señor? ¿Cómo está ese bendito del Señor?...

Una vez en los pasillos, acortó el paso, y comenzó a mirar a todos lados, sin lograr ver lo que deseaba. Triste y cabizbajo descendió lentamente por las escaleras. Ya se disponía a levantar el pestillo de la puerta, cuando creyó advertir que la cuerda con que la abrían desde arriba se agitaba. Quedóse un momento inmóvil. Tornó a llevar la mano al pestillo, y otra vez percibió la sacudida.

No quiso Pepe que su padre se enterase del triste proyecto que fraguaba hasta tener que llevarlo a cabo, y para evitar que le oyese hablar con la madre, al otro día de la conversación con Millán se fue a buscarla al convento de las Hijas de la Salve, donde tenía su centro la hermandad llamada Limosna de la luz.

La mesa de los doce pobres no se veía muy bien; pero la de las doce ancianas estaba enfrente y ni un detalle se perdía. ¡Qué avergonzadas las infelices con sus vestidos de merino, sus mantones nuevos y sus pañuelos por la cabeza! ¡Verse entre tanta pompa, servidas por la misma Reina, ellas que el día antes pedían un triste ochavo en la puerta de una iglesia!... No alzaban sus ojos de la mesa más que para mirar atónitas a las personas que les servían.

No hay que agradecer nada.... Pues no faltaba más. ¿No nos manda Dios vestir á los enfermos, dar de beber al triste, visitar al desnudo?... ¡Ay! todo lo trabuco. ¡Qué cabeza!... Decía que para aliviar las desgracias estamos los hombres de corazón blando... , señor

Cedemos al placer, pero cedemos suspirando: nuestros sentidos están alegres; nuestro corazon está triste. En una palabra, mirando ese rico palacio ateniense, lo veo todo, menos la lágrima de la Magdalena, aquella lágrima escondida y humilde, fervorosa y santa; aquella lágrima que es una poesía más sublime que la más sublime poesía de todos los poetas del mundo; la poesía del Calvario.

Mosquera se escapó bien de la ira Y furioso tropel de sus parientes; Y el triste de Villalta de la dira Y brava confusion é inconvenientes Mas ninguno de aquestos ambos mira, Que huye el peregil, y que en las frentes De entrambos nacerá con tal cogollo, Y presto se verá puesto en el rollo.

Sobre la márgen izquierda, la ciudad se extiende al pié de la montaña de Koenigsstuhl, orillando en su longitud el rio, subiendo en plano inclinado hácia la cinta magnífica de verdura que cubre la montaña donde yace el Castillo, y compuesta casi únicamente de dos larguísimas calles paralelas al rio, cortadas por muchas trasversales de aspecto generalmente triste.

Malo es siempre dar que hablar; pero dar que hablar sin motivo es malo y tonto. Don Paco depuso el enojo, no acertó a responder a Juanita con ninguna frase concertada y se fue, despidiéndose de ella resignado y triste. Pasaron días y vino el obispo, como se espetaba.

Confieso que pensaré siempre en este particular como Rousseau, y los más rígidos moralistas y legisladores, y obraré como el primer calavera de Madrid. ¡Triste lote del hombre el de la inconsecuencia!