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Un redactor de El Joven Sarriense trató de pronunciar algunas palabras, pero le interrumpieron con algunos murmullos desde los palcos, y se sentó muy desabrido.

Isagani se encogió de hombros y siguió mirando. Basilio trató de arrastrarle de nuevo. ¡Isagani, Isagani, óyeme, no perdamos tiempo! Esa casa está minada, va á saltar de un momento á otro, por una imprudencia, una curiosidad... ¡Isagani, todo perecerá bajo sus ruinas! ¿Bajo sus ruinas? repitió Isagani como tratando de comprender sin dejar de mirar á la ventana.

Jamás había visto a Pepe Guzmán así, ni, por consiguiente, tenido ocasión de estimar la fuerza arrolladora que cabía en este nuevo aspecto de su trato conmigo.

Entonces no me has entendido; porque ése es precisamente el amor tonto que yo exceptué; y el amor de que yo trato, es amor de más substancia, de más... en fin, que no es amor para doncellas.

Trató de convencerse que su turbación provenía de la sorpresa que había recibido al descubrir el amor de Juan. ¡Y después, es tan triste ver sufrir! Y Juan sufría. Se conmovía todavía, recordando su mirada desesperada. En su ingenuidad atribuyó a un sentimiento de piedad sus frecuentes cavilaciones sobre Juan.

Era el amo de este castillo uno de aquellos Arabes que llaman ladrones, el qual entre mil atrocidades solia hacer alguna accion buena; robaba con una furiosa rapacidad, y daba con prodigalidad: intrépido en una accion, de buen genio en el trato de la vida, bebedor en la mesa, de buen humor quando habia bebido, y sobretodo sin solapa ninguna.

Susana, que años atrás había evitado a Valeria la desgracia de verse arrojada del colegio, y que luego la trató como a hermana, se erigió de nuevo en protectora cariñosa. «Nos casaremos el mismo día le dijo yo primero, y luego seremos padrinos de tu boda.

Allí se detuvo y quiso coordinar sus ideas. ¿Por qué corría? ¿Qué había pasado? No se daba razón de aquella huida repentina. Trató de volverse y penetrar de nuevo en la estancia de su esposa y entrar en explicaciones; pero las piernas se negaron a obedecerle. Un horror instintivo, como si hubiese delante un pozo negro y hondo, le detuvo.

Por esta razon han de exâminarse con cuidado las opiniones que recibimos en la niñez, y muchas otras que se enseñan en las Escuelas, y las que se adquieren en la conversacion y trato, y no han de creerse ciegamente, sino solo despues de bien exâminadas.

A poco rato, aunque sin moverse de la silla, continuó así: Conviene que te advierta, para que lo tengas entendido, que no trato de corresponder con esta miseria al gran favor que me ofreciste poco hace.