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Sólo cuando Fayolle habló de quedarse otra vez con el caballo, le dijo con sorna: Por lo visto, ha encontrado usted quien las cuatro mil y quiere deshacer el trato, ¿verdad? Señor duque, juro a usted por lo más sagrado que no hay nada de eso.... Solamente que estoy seguro de que es como digo. Al banquero le acometió entonces oportunamente un recio golpe de tos.

Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ceño terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presidís y gobernáis á los hombres, no toméis á mal mis palabras, siempre sometidas á la voluntad del donante. Si por acaso mis razones carecen á vuestros ojos de peso, dignáos rebatirlas y pesarlas en la balanza de la justicia. Hay en la antigua HESPERIA, más allá de los Pirineos, un hombre cuya fama ha atravesado ya el espacio que separa al mundo de los mortales del Olimpo, ligera cual rápida centella. De ignorado y oscuro que era, pasó á ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios. No parece otra cosa sino que el mundo, extrayendo del TÁRTARO todos los padecimientos y torturas, los ha acumulado sobre su infeliz persona. Más á pesar de tantos sufrimientos é injusticias no ha querido devolver á sus semejantes todo el dolor que de ellos recibiera, sino por piadoso y demasiado grande para vengarse, trató de corregirles y educarles, dando á luz su obra inmortal, el DON QUIJOTE. Hablo, pues, de CERVANTES, de ese hijo de la ESPA

Romillo dio acerca de este punto pormenores no menos interesantes: uno de los reos no había quedado muerto en el acto; se levantó pidiendo misericordia; el confesor trató de interponerse entre él y los cañones de los fusiles; pero el General que mandaba las tropas acudió, y alzando la espada lleno de cólera, le dijo: ¡Padre cura, a su puesto, o le fusilo a V. en el acto!

Sabido es que, imitando a su antecesor el doctor Francia, como éste había imitado a su vez a los padres jesuitas, el doctor López había tenido a toda la población del Paraguay separada del mundo y apartada del trato humano a fin de que conservase su dichosa y primitiva inocencia.

Durante todo el almuerzo hablaron del servicio, y a cada cosa que decían miraban a Maximiliano como impetrando su asentimiento. El joven observó que su hermano estaba serio con él, pero aquella seriedad indicaba que le reconocía hombre, pues hasta entonces le trató siempre como a un niño. El estudiante esperaba burlas, que era lo que más temía, o una reprimenda paternal.

Pero ya empezaba Quintanar, que siempre había sido regalista, a sospechar algo malo de la influencia del sacerdocio en su hogar, o sea el imperio. «El clero era absorbente». Sobre todo don Fermín había sido un poco jesuita. «¡Jesuita! ¡El casuismo!... ¡El Paraguay!... ¡Caveant consules!». Aunque la cortesía, ley suprema, le obligaba al más fino trato, no menos que la gratitud, don Víctor estuvo un poco frío con el canónigo, pero de modo que el otro no lo echó de ver siquiera.

Esta noticia y la del chilote, se han divulgado por toda la tierra adentro, y, como digo, se hallan cuidadosos. Para mas asegurarse de nosotros, aquel Rey tiene trato anualmente con los indios de su jurisdiccion que son muchos, y para explicar su crecido número dicen estos que parecen llovidos, aunque no muy valientes; á quienes tiene tan gratos por estar precisamente á sus órdenes.

¿Cómo sabéis vos lo de las cartas? repitió doña Clara. Yo, señora... como tengo mujer... como tengo una hija... ¿Pero qué tienen que ver en esto vuestra mujer y vuestra hija? Tienen... porque me obligan á pensar en ser rico... ¿Pero no me comprendéis? ¡no os pregunto eso! ¡nada me importa eso! Es que, señora, como quiero ser rico, trato con ese Gabriel Cornejo.

Ya estoy viejo, repetía el sacerdote el mejor día me da un supiritaco y no tengo quien me vea.... Pancha está peor que yo.... Mis tías lamentaban la ida de la joven, pero no se atrevieron a contrariar al padre. Se limitaron a rogarle que la trajese de cuando en cuando. El buen señor me trató con mucho cariño.

Porque se hacia la cuenta, que con abalorios que llevaba, podria comprar caballos de los indios, y cautivarles voluntades; pero como no esperaba conseguir licencia para practicar esta especie, trató de volverse al puerto en otras cuatro jornadas.