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Después mi cabeza se puso a trabajar como un molino, porque siempre ha sido extraordinaria para volver y revolver las cosas, y encaminarlas por todos sus costados. En seguida me dije: «¿No será más bien el espíritu que las palabras lo que hace el matrimonio indisolubleEn efecto, el pastor procedía de buena fe, y el novio y la novia también.

El Capitán, que había cortado una gruesa y pesada rama y le había dado forma de maza, iba ya a trabajar con ella, cuando se oyó un grito terrible. Volviéronse todos y vieron al joven chino luchando desesperadamente con una serpiente enorme que lo tenía preso entre sus anillos. ¡Gran Dios! exclamó el Capitán . ¡Un pitón! Todos estaban helados de espanto.

Si se han inventado máquinas, si se han canalizado ríos, si se han domesticado animales y si se han blanqueado negros, ha sido con el único objeto de que los negros, los animales, los ríos y las máquinas trabajasen por nosotros. ¡Lo que inventan los hombres pa no trabajar! decía el baturro del cuento viendo cómo un pintor copiaba el paisaje.

Conocía sus deberes. El ibicenco ha nacido para trabajar, vivir... y ser registrado. ¡Nobles inconvenientes de ser valeroso y que le tengan a uno cierto miedo!... Y cada atlot, viendo en el registro un testimonio de su mérito, levantaba los brazos y avanzaba el vientre, prestándose satisfecho al manoseo de los guardias, mientras miraba orgulloso hacia el grupo de las muchachas.

Dos años rehusé los auxilios de mis padres, y, entrando en calidad de socio industrial en una gran empresa, dime a trabajar con ardor.

El hijo desheredado de un pequeño squire, igualmente poco dispuesto a trabajar la tierra y a mendigar, se sentía casi tan impotente como un árbol desarraigado que, favorecido por el suelo y la atmósfera, se habría desarrollado considerablemente en el propio sitio en que antes sólo era un retoño.

El profesor hizo una reverencia para manifestar su gratitud, y creyó necesario añadir: Lo que yo siento es que este nuevo empleo me impedirá por algunos meses trabajar en la obra de justicia histórica femenina que emprendimos bajo la gloriosa dirección de nuestro Padre de los Maestros. Tengo á punto de terminar el volumen cincuenta y cuatro.

Hasta durante el verano, cuando sus aguas están en el más bajo nivel y se arrastran lentamente por entre matas de hierbas aromáticas medio secas, no cesa de trabajar para cambiar su cauce, y renovar, en la medida de sus fuerzas, el aspecto de la naturaleza.

Se me indicó uno de aquellos individuos a quienes los corresponsales de los periódicos llaman «nuestro inteligente noticiero» y que en las comunidades pequeñas se toman fácilmente el derecho de dar toda clase de informes. La fuerza del hábito le permitía ya trabajar y hablar a un tiempo, sin olvidar jamás una cosa por otra. La curiosidad me llevó a preguntarle quién era el primitivo propietario.

Estoy desvelada pensando en esa... Valiente mocosa se nos ha posado encima. Quia, quia, mujer. Es una huérfana... ¿Es mi casa hospicio? Nos va a arruinar esa... Dios me perdone el mal juicio; pero creo que acabará mal tu dichosa ahijadita. No le gusta trabajar, no hace más que emperifollarse, escribir cartas, pasear y lavarse.