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El dolor tiene su fascinación como el placer, y las lágrimas seducen lo mismo que las sonrisas. Tomé, pues, el sombrero, y me largué al Muelle. Una apiñada multitud de gente de pueblo se revolvía, gritaba, lloraba é invadía la última rampa, á cuyo extremo estaba atracada una lancha.

19 Maestro, Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno muriese, y dejase mujer, y no dejase hijos, que su hermano tome su mujer, y levante linaje a su hermano. 20 Fueron pues siete hermanos; y el primero tomó mujer, y muriendo, no dejó simiente; 21 y la tomó el segundo, y murió, y ni aquel tampoco dejó simiente; y el tercero, de la misma manera.

No obstante, me sentí con ánimos para emprenderlo, y tomé la resolución de «trabajar a la monja» hasta conseguir que renunciase al claustro o cambiase su celda por otra más amplia donde cupiésemos los dos. Además del ningún enojo con que recibía mis atenciones y galanteos, advertí en ella ciertos síntomas sin duda favorables al cambio de estado.

Debo confesar que allá, en el fondo, el disgusto se mezclaba con la satisfacción de advertir que la graciosa hermana sólo pasajeramente había impresionado su corazón. Pasaron los días, y llegó el de mi marcha. El malagueño se había ido el anterior para su tierra. Yo, en vez de irme a Madrid, tomé el tren de Sevilla.

Tomé el vaso que acababa de dejar la hermana de los dientes blancos, y me dispuse a recoger agua, pues el que la escanciaba había desaparecido por escotillón; mas al hacerlo tuve necesidad de apoyarme en la peña, y cuando me inclinaba para meter el vaso en el charco, resbalé y metí el pie hasta más arriba del tobillo.

Venga la peseta. Tome usted la peseta. Otra para el papel del recibo..., porque no te pienses que te los voy a dar sin recibo. ¿Otra peseta?... Ahí va. Váyase usted pronto. ¡Ay!, ¡qué día está! dijo Isidora mirando con tristeza al balcón, cuyos cristales, azotados por la lluvia, sonaban con estrépito de perdigonada. ¡Si fueran monedas de cinco duros...! Voy a dar un beso a Riquín.

Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la disfrute. 7 ¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, para que por ventura no muera en la batalla, y algún otro la tome. 8 Y volverán los alcaldes a hablar al pueblo, y dirán: ¿Quién es hombre medroso y cobarde de corazón?

Pues bien: tome además este otro duro para que se acomode esta noche... Váyase mañana por casa, que allí encontrará su ropa... Señora Juliana, Dios se lo pague. En ninguna parte estará usted mejor que en la Misericordia, y si quiere, yo misma le hablaré a D. Romualdo, si a usted le da vergüenza.

Ya verá como las gasta la dormilera, que no fía más que una noche, y apurando mucho, dos. Y no salga diciendo que a me hace falta. ¡Como que no tengo otra! Pero yo me gobernaré como pueda para sacar el diario de mañana de debajo de las piedras... Que la tome, digo.

Calle, por amor de Dios, y tenga vergüenza de lo que ha dicho, y tome mi consejo, y perdóneme, y cásese luego en el primer lugar que haya cura; y si no, ahí está nuestro licenciado, que lo hará de perlas.