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Antes pronunció sentenciosamente Amparo sólo probabas vino algún día de fiesta que otro.... Pues aquí no tienes por qué tomar vicios, que gracias a Dios la borrachera poco daño nos hace....

9 Asimismo también las mujeres, ataviándose de manera honesto, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, u oro, o perlas, o vestidos costosos, 10 sino de buenas obras, como conviene a mujeres que profesan piedad. 11 La mujer aprenda, callando con toda sujeción. 12 Porque no permito a una mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el varón, sino estar reposada.

Ya no necesitará extenuarse en el trabajo pensé, penetrada de una secreta alegría. Hice, para tomar oficialmente la dirección de la casa, una inspección que duró casi una hora. La vieja ama de llaves dio pruebas de cierta docilidad y los criados me trataron con respeto. Por otra parte, yo no habría tardado en imponérselo. A la hora del almuerzo me encontré con Roberto.

Jacinta fue a buscar la manta. Por el camino decía: «En Sevilla me contó que había hecho diligencias por socorrerla. Quiso verla y no pudo. Al ponerle la manta le dijo: «Abrígate bien, infame»; y a Juanito no se le ocultó la seriedad con que lo decía. Al poco rato volvió a tomar el acento mimoso: «Jacintilla, niña de mi corazón, ángel de mi vida, llégate acá.

¡No! no creas eso; eres la más perfecta y la más querida de las abuelas... No puedes tomar a mal que yo estudie la cuestión de las solteronas. ¡Ay! en mi tiempo no había semejante cuestión. Todo lo que pedían las mujeres era un buen marido y unos hermosos hijos.

El manejo de las armas y la obligación de tomar parte activa en la guerra, era, así entonces como antes, el verdadero blasón de la nobleza.

Ya pasaron los tiempos de Virginia que, en un trance extremo, prefirió ahogarse mejor que tomar un bañoError.

A pesar de todo, fuerza es confesar que en verano hacía entonces en Aratispi un calor de todos los demonios. Echeloría quiso, con razón, tomar algunos baños de mar, y su padre la llevó a un puerto muy bonito, cerca de Málaga, que D. Juan Fresco y yo calculamos que debió de ser Churriana. Naturalmente Mutileder fue a Churriana también, acompañando a su futura.

En suma, no había ya remedio; era menester borrar aquella mancha, pero sin rasgar la tela; era menester dar a Arturito su pasaporte, pero en forma de cucurucho repleto de delicadísimos confites. Llegó por fin el día prefijado por Rafaela para tomar la cruel resolución, inevitable ya según su atormentada conciencia, de decir al pobre Arturito: hasta aquí llegó, no sigamos adelante.

¡No, no! sobre este punto estoy tranquila; de cualquier manera que Martholl esté vestido, ha de ser siempre con el esmero que le vale tantas admiradoras. Quisiera solamente, para tomar mi resolución, ver a Martholl con más frecuencia, para conocerlo mejor. ¿Sabes una cosa? ¡Pues bien, me ha sorprendido que se entusiasmara tanto contigo! Eres muy amable; tu cumplido me conmueve.