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El ardor del sol, el peso de las armas, la falta de agua sobre todo, fatigaron tanto á los soldados, que al llegar á la arboleda y sitio de los pozos no hubo razón ni palabra que los contuviera, precipitándose en el mayor desorden á satisfacer la exigencia de la sed con porfía y aun lucha de unos con otros.

Vió todo lo que arriesgaba y, para gloria suya, se decidió por el peligro, cuando no tenía más que pronunciar una palabra para asegurar su tranquilidad. Un hermoso movimiento de su ánimo pudo más que todo.

Te juro, guapo destrozador de corazones, que será una bonita lección de cosas, de la que saldrás disgustado. En fin, puesto que lo deseas, no puedo negártelo. En este preciso instante llega una cliente. ¡Escóndete en el compartimiento número uno, y, sobre todo, no te muevas...! Introduce a Beauvallon en uno de los exiguos compartimientos, y corre las cortinillas de entrada.

No te apures por los chiquillos, que ya los tendrás, te cargarás de familia, y te aburrirás como se aburrió tu madre, y pedirás a Dios que no te más. ¿Sabes una cosa? Mejor estamos así. Los muchachos lo revuelven todo y no dan más que disgustos.

Llegó a tener frases felices y a pintarse sola para crucificar en una semblanza a un prójimo desventurado, o para hacer en otro marca indeleble con un dicho que repetía después todo Madrid. De aquella fábrica salieron tantos y tantos que aún continúan siendo famosos entre las gentes encogolladas, vagabundos de levita y estudiantes desaplicados.

-Escapado se nos ha nuestro huésped -dijo a esta sazón entre don Lorenzo-, pero, con todo eso, él es loco bizarro, y yo sería mentecato flojo si así no lo creyese. Aquí dieron fin a su plática, porque los llamaron a comer. Preguntó don Diego a su hijo qué había sacado en limpio del ingenio del huésped.

Todo lo que los demás hombres encuentran vil y odioso será precisamente lo que a me ate con nudos más difíciles de romper, y tengo necesidad de decirte que este sentimiento ha adquirido tal autoridad en mi corazón, que los consejos y las instancias de la amistad no harían más que redoblar el ímpetu.

Procuraba rozarse con él todo lo menos posible, por respeto a su amable persona, a quien cuidaba y quería con pasión. Sano, esbelto y vigoroso como un sollo de río, estaba convencido de que aquella gentuza era una especie de morralla creada por la Providencia expresamente para nutrir a los señores sollos.

Si Pez no hubiera sido empleado, habría perdido mucho a sus ojos, acostumbrados a ver el mundo como si todo él fuera una oficina y no se conocieran otros medios de vivir que los del presupuesto.

La condición murmuradora debe tener raíces muy hondas en el espíritu humano cuando ha resistido la crítica de los filósofos y moralistas de todos los siglos y sigue resistiendo con toda lozanía la condenación general. La murmuración es, ante todo, una cosa agradable. No hagan aspavientos ni remilgos mis lectoras.