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Posteriormente se introdujo el duelo a primera sangre; el primero lo comprendo sin disculparlo; el segundo ni lo comprendo ni lo disculpo; es de todas las ridiculeces la mayor: los padrinos o testigos han sucedido a los segundos, y su incumbencia en el día se reduce a impedir que su mala fe abuse del valor o del miedo.

Por último, pertenece asimismo á la historia la lucha de que fueron testigos los muros de Granada, aunque revestida desde un principio con los brillantes atavíos de la tradición, y notable por su interés romántico.

21 para que cuando volviere, no me humille Dios entre vosotros, y haya de llorar por muchos de los que antes habrán pecado, y no se han enmendado de la inmundicia y fornicación y deshonestidad que han cometido. 1 Esta tercera vez voy a vosotros. En la boca de dos o de tres testigos consistirá toda palabra.

El otro, por el contrario, había jurado ante testigos que no se daría por satisfecho sino cuando hubiera echado a Pütz y a los suyos de Döbeln, corridos por los perros. ; esas eran mis condiciones, y Lotario las aceptó. De buen grado o no, no lo ; no traté de aclarar ese punto.

Cambiaban las formas, pero el alma permanecía inmóvil e inmutable, como la de aquellos seres rudimentarios, testigos eternos de los primeros latidos de la vida en el planeta, y que parecían envueltos en el más espeso de los sueños. Y así sería siempre.

»Después nos habla de la incomparable Venecia, ciudad fabricada dentro del mar, de tal modo, que las calles son de agua y los coches unas lanchitas que llaman góndolas; y allí se pasean de noche los amantes, solos en aquella serena laguna, sin ruido y sin testigos.

El general descuido vuestro, amigos, El no mirar por lo que tanto os toca, Levanta los caidos enemigos, Y vuestro esfuezo y opinion apoca. Desta ciudad los muros son testigos Que aun hoy están qual bien fundada roca, De vuestras perezosas fuerzas vanas, Que solo el nombre tienen de Romanas.

Maltrana hizo que uno de los testigos le diera unas monedas para que se fuese, y además le llamó «menino» lo único que sabía de portugués , con lo cual creyó halagarlo. Pero el «menino» se guardó los cuartos, y en vez de marcharse se pegó a él, como si adivinase la importancia de su persona.

Testigos, Tomas Cary y Juan de Acosta. Estas 24 horas tuvimos pocos vientos del NO cuarto de O al NE, y todas las dichas horas nos lloviò, y

Como hacía siempre que declaraba algún testigo, el acusado contemplaba ahora al P. Narciso de hito en hito, con mirada firme y tranquila. El coadjutor habló con los ojos puestos en el suelo, y todo el mundo aplaudió su modestia y la moderación de sus palabras. Salió luego por la puerta de los testigos don Martín de las Casas.