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Y como don Rufo exigía que la niña tomase el aire libre, Cecilia se encargaba de acompañar a la nodriza. Gonzalo las acompañaba a ambas, la nodriza con la niña delante, él con Cecilia detrás. En aquellos largos paseos le confiaba todos sus secretos, le explicaba prolijamente sus temores, sus alegrías, sus esperanzas.

»Cuando esta mañana me ha explicado el doctor cómo había pasado la noche su hija, según suele hacerlo cotidianamente antes de entrar yo en su cuarto, le cuenta de la obstinación que mostraba Magdalena por oír el vals en cuestión. Reflexionó unos instantes, al cabo de los cuales, respondió: » ¡Ya te lo decía yo! ¡Ya ves cómo eran ciertos mis temores!

No está en peligro su vida, por fortuna, pero repito que la pérdida de ambos ojos parece inevitable: sólo un milagro puede hacer que estos temores no se cumplan. Ya ve V. lo cruel que sería comunicarle ahora todo lo que V. me dice en su carta sobre la enfermedad y la resolución de la desgraciada Felisa. »¿Querrá ella, después de leer estas líneas, renunciar a su propósito? ¿Qué resolverá?

Iguales temores allí que los míos, y ni una noticia más; es decir, ninguna noticia. Internéme en el lugar y llamé a otra puerta, que resultó ser la del Topero. Buena fuente para los informes que yo iba buscando.

Y haciendo un puchero, miró a través de sus lágrimas tan ansiosa y miserablemente a doña Guiomar, que ésta, no embargante los amargos cuidados en que estaba, sintió por él lástima. Fuese el familiar, y doña Guiomar quedose toda confusiones, toda temores, toda celos, toda amargura.

Así que no pudiendo satisfacerlo con soñadas escenas trágicas, porque Miguel se reía de sus temores, diose a ejercitar su recalentada imaginación en otra clase de caprichos raros. Nada podía llevarse a cabo en sus relaciones de un modo normal; era forzoso adobarlo todo con alguna especia de misterio.

Si papá supiera nuestro amor con él hablaría yo de , de mis temores, de mis presentimientos, de que sólo pienso en tu felicidad, aunque sea a costa de mi dicha. Pero no le diré nada, no, jamás; se apenaría el santo viejecito, y no quiero contristar ese noble y apasionado corazón, corazón de niño, corazón de mujer que fácilmente se lastima. Aunque me digas que , que le diga todo, no lo haré.

No como, por miedo a que entre en mi cuerpo con la comida, ni duermo temiendo que me coja en sueños y me lleve antes de despertar. Gracián se rió de estos pueriles temores, y también se habría reído el subdiácono si no estuviera muy ocupado en ahuyentar las moscas que invadían su cara. Maricadalso le vio dando manotadas.

El tiempo que pasa antes de procurarse nuevos tiros es una agonía mortal para Facundo, que grita a cada momento: «¡Caballos! ¡CaballosSus compañeros de viaje nada comprenden de este extraño sobresalto, asombrados de ver a este hombre, el terror de los pueblos, asustadizo ahora y lleno de temores, al parecer quiméricos.

Los temores de la madre no podían ser más fundados; pero había que cerrar los ojos y seguir adelante. Y adelante fue. Luz hizo su entrada en el mundo con la serenidad de quien nada teme en una región que no le interesa. Todo cuanto iba viendo le parecía natural y corriente, porque cuando allí lo ponían, allí debería de estar.