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Para mantener al pobre en la esclavitud, esperando unas migajas que acallaban su hambre por un momento y prolongaban su servidumbre. La caridad era el egoísmo disfrazándose de virtud; el sacrificio de una pequeñísima parte de lo superfluo repartida a capricho. Caridad, no: ¡justicia! ¡a cada cual lo suyo!

El lecho desordenado guardaba todavía la huella de su cuerpo... Recordó entonces, como una de esas visiones pálidas de la mañana que animan las últimas horas del sueño, el paso de un cuerpo sobre el suyo con suave precaución; un beso de despedida que le había hecho entreabrir los ojos, volviendo á cerrarlos; el ruido de una puerta...

A tales afirmaciones contestó el potro inglés, por boca de su amo, diciendo, que no eran más que «huecas declamaciones», y que cuando el paseo estuviese abierto y terminado, ya se vería. Y en efecto, después se vio que el potro tenía razón. El paseo de coches, no sólo no ha quitado belleza al Retiro, pero le ha añadido cierto esplendor fastuoso que antes no tenía; a cada cual lo suyo.

Volvió a ser la misma Marta tranquila, serena y cariñosa de antes, atenta siempre a desembarazar de obstáculos el camino de los otros aunque el suyo estuviese cerrado por un muro infranqueable. ¡Dichosos los que en la vida tropiezan con estos seres benditos que fundan su felicidad en la ajena, que ofrecen las flores y se quedan con las espinas! Ricardo pasaba largas horas en casa de Elorza.

Los del primer dictador romano que fue proclamado dios, quedaron por esta sola circunstancia en condición superior a la de todos los demás ciudadanos romanos, y para evitar que el suyo quedara, como el de Cromwell, en el común. Napoleón se hizo ungir de potestad divina y consagrar por el papa.

La señora de Aymaret oyó a pesar suyo algunas de las palabras que en tenue voz cambiaban los interlocutores, y aun cuando en tal tono dichas, nada tenían, en verdad, ni de misteriosas ni de confidenciales... y, sin embargo, cuando se vieron en presencia de la vizcondesa sus rostros revelaron confusión.

La caridad nos hace amar á nuestros hermanos, pero no nos obliga á reputarlos por buenos, si son malos, no nos prohibe el sospechar de ellos, cuando hay justos motivos, ni nos impide el tener la cautela prudente, que de suyo aconseja el conocer la miseria y la malicia del humano linaje. Pág. 67.

Vinieron en socorro suyo don Rosendo y don Melchor de las Cuevas, don Rudesindo y el párroco de la villa, que espontáneamente le asignaron tres pesetas diarias mientras no cantase misa. Mas al cursar el segundo año de Teología, recibieron estos señores del seminarista una carta elegantemente escrita.

De eso último no hago caso dijo el marqués con magnanimidad de hombre justo . A cada cual lo suyo.

Siente que hay allí otro poder que el suyo, y que pueden meterlo en la cárcel si se hace justicia a mismo. Sus hijos están en los mejores colegios; jamás les permite vestir sino frac o levita, y a uno de ellos que intenta dejar sus estudios para abrazar la carrera de las armas, lo pone de tambor en un batallón hasta que se arrepienta de su locura.