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Cuando la pérdida es insignificante, y solo ha trascurrido el tiempo necesario para desplegar la accion de los órganos ó miembros, no hay sufrimiento todavía, y hasta puede sentirse placer; mas bien pronto la pérdida se hace sensible, y el cansancio empieza.

CELIO. Señor, lo que intentas mira. D. TELL. No mira quien está ciego. CELIO. Que repares bien te ruego, Que forzalla es crueldad. D. TELL. Tuviera de piedad, Celio, y yo no la forzara. CELIO. Estimo por cosa rara Su defensa y castidad. D. TELL. No repliques a mi gusto, ¡Pesar de mi sufrimiento!, Que ya es bajo pensamiento El sufrir tanto disgusto.

No tardó en representársele que aquél era un goce de los sentidos, y haciendo un gesto de desdén, fue a sentarse en el ángulo más oscuro de la estancia. Sólo renunciando a los placeres, sólo buscando el sufrimiento y señoreando sus sentidos había llegado a aquel estado de beatitud, de sublime indiferencia.

Mucho le dolía no sacar al fin la menor ventaja de su sufrimiento y de su disimulo durante año y medio, y tener que retroceder al estado de guerra y a la situación en que después del sermón del padre Anselmo se había colocado. Por esto determinó sufrir aún y esperar hasta el siguiente día.

Mas si los dos dejaban la habitación, ¡qué horrible debía ser el sufrimiento de mi pobre hija! ¡Cómo se recrudecía su estado febril hasta que alguno de ellos volvía a acompañarnos! »Yo no podía hacer que Amaury se alejase, porque ella necesita como el aire su presencia. Ya veremos más adelante.

Era un joven de rostro en extremo inteligente, en demasía inteligente, de largos cabellos de poeta y de manos finas. Hablaba con mucho trabajo, como si se viera obligado a vencer, a cada palabra, la resistencia encarnizada del aire. En su dulce voz se adivinaba el sufrimiento: Es muy triste todo esto dijo a Karaulova . La comprendo a usted y la miro con simpatía.

A ver a la Gallarde o a Tomás. Dos horas, tres horas, según. Mina, los facciosos, la que pasa, el sufrimiento y las esperanzas. ¿Está muy bueno el día? A caballo. De la puerta de Atocha a la de Recoletos, de la de Recoletos a la de Atocha. Andado y desandado este camino muchas veces, una vuelta a pie. A comer a Genieys, o al Comercio: alguna vez en mi casa; las más fuera de ella. ¿Acabé de comer?

De la vida sólo conociste las primeras sonrisas, y te duermes á la hora del sufrimiento inevitable... ¡Vete á la claridad y al reposo, almita querida, hermana del alma aromosa de las flores y del espíritu músico de los pájaros!... Mañana, en el jardín, aspiraré tu perfume en el perfume de mis rosales, y te oiré cantar sobre las ramas de mis árboles...»

CUESTA. Amigo Pantoja, Dios le guarde. ¿Vamos bien? Viviendo, amigo, que es como decir: esperando. CUESTA. Esperando mejor vida... PANTOJA. Padeciendo en ésta todo lo que el Señor disponga para hacernos dignos de la otra. CUESTA. ¿Y de salud? PANTOJA. Mal y bien. Mal, porque me afligen desazones y achaques; bien, porque me agrada el dolor, y el sufrimiento me regocija. CUESTA. Ascético estáis.

¡Al fin llegas! refunfuñó el señor Aubry con voz débil, ¡qué tarde vienes! Sabías que yo debía estar atormentado hoy, esperando tus noticias. Piensa en lo horrible que es mi situación: ¡verme amenazado, y estar aquí, paralizado, incapaz de moverme, y aún de pensar! añadió llevando las manos a su cabeza, en un ademán de sufrimiento. Créame, señor, si usted tuviese más calma, estaría ya en pie.