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Bueno, mi Sr. D. Evaristo, usted crea lo que quiera. Yo me lavo las manos.

Voy a preguntarle una cosa, respetable Sr. de Ponte: ¿en qué empleará usted los primeros cuartos de la pensión? En una obra de justicia y de caridad. Le compraré unas botas a Benina cuando parezca, si parece, y un traje nuevo. Pues yo le compraré un vestido de odalisca. Es lo que le cuadra, desde que se ha dedicado a la vida mora. ¿Qué dice usted? ¿Se sabe dónde está ese ángel?

D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. Joaquin de Madariaga, se dijo: Que igualmente reproduce el voto del Exmo. Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. José María Balvastro, se dijo: Que se conformaba con el voto del Teniente General, el Exmo. Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. José Cerras y Valle, se dijo: Que igualmente se conforma con el voto del Exmo. Sr.

Yo me resisto á creer que el comercio de exportación y de importación en Cuba para tan desaforado latrocinio. Aceptemos, no obstante, que el resguardo y los vistas ciegos envían á España los ocho millones. En todo lo demás que pone el Sr. Merchán como rendimiento de Cuba á España, es evidente que el Sr. Merchán delira.

D. Antonio Villamil, se dijo: Que debe continuar el Exmo. Sr. Virey con todo el lleno de facultades que le conceden las leyes; y en cuanto á la segunda parte de la pregunta, se conforma con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr. D. Manuel de Velasco, se dijo: Que se conformaba con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr. Dr.

Pero con la fuerça de la presencia de V. Ex.^a espero yo El buen effecto. Tambien tiene a cargo el Sr.

Voy a poner aquí algunas de estas dudas según se me vayan ocurriendo. Y voy, además, a presentar varias enmiendas o modificaciones a la doctrina sobre la humanidad ascendente, tal como el Sr. Gener la profesa, a fin de que, si al cabo nos dejamos convencer y la aceptamos, sea modificada o enmendada, según a me parece más razonable y equitativo.

De la carta escrita por D. Agustin de Jauregui, Presidente de Chile, al Exmo. Sr. Virey del Perú. EXMO. SE

Zarapicos fue llevado en gravísimo estado a la Casa de Socorro, y la nueva víctima pateaba y rabiaba de ira al sentir el dolor de su frente y ojo, y al verse manchada de sangre aquella mano benéfica que sólo para alivio de los menesterosos existía. «¡Guardias, guardias, reventad a ese miserable!... ¡Vaya un monstruo!... ¡Carástolis! ¡Ay!, ¡ay! Sr.

Salaverría, no he dado ninguna de sus señas personales ni he reproducido ningún párrafo suyo. Y si el Sr. Salaverría no hubiese dicho que los españoles habíamos adoptado la costumbre inglesa de ponerle una hache al te, ¿para qué iba a decir ahora que no lo había dicho? Al decir que no lo ha dicho, el Sr. Salaverría dice que lo ha dicho.