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El marino empezó á sentirse inquieto en esta soledad que le parecía hostil, mirando fijamente el retrato del kaiser... ¡Y él que no llevaba armas! Volvió á presentarse la sonriente mujer con el mismo deslizamiento silencioso. Pase usted, don Ulises. Había abierto una puerta, y Ferragut, al avanzar, sintió que esta puerta se cerraba á sus espaldas.

Estos ataques de la lujuria animal solían ser a las altas horas de la noche, cuando el enamorado salvaje se eternizaba sobre su banco, para esperar la soledad. Fermín estudiaba o dormía. Paula cerraba la puerta de la calle, porque la autoridad le obligaba a ello. No despedía al borracho, aunque conocía su propósito, porque mientras estaba allí hacía consumo, suprema aspiración de Paula.

Luego hablaba de sus lentas excursiones por la sierra de Guadarrama, siguiendo el curso de los riachuelos que bajan de las cumbres la nieve líquida, de una transparencia de cristal, alimento de los ríos; de los prados con su hierba llena de florecillas; del aleteo de los pájaros que venían a posarse entre los cuernos de los toros adormecidos; de los lobos que aullaban durante la noche, siempre lejos, muy lejos, como asustados por la procesión de fieras que llegaban tras el cencerro de los cabestros a disputarles su parte de bravía soledad... ¡Que no le hablasen de Madrid, donde se ahoga la gente!

Las sensaciones del olfato, del sabor, del oido, no son representativas: son inmanentes en y en su objeto: esto es que un ser que las experimentase, podria creerse encerrado dentro de propio, y en una soledad absoluta, sin relacion con otros seres; pero el tacto y sobre todo la vista, son de suyo representativos, envuelven relacion á objetos; y aunque el ejercicio de ellos sea inmanente, incluyen no obstante, alguna relacion á otros seres, y como á simples causas de la afeccion interna, sino como á originales representados en la sensacion.

Valentina era para un horizonte lejano, pero límpido, y en la soledad de mi vida, la primera edad reaparecía, los días de colegio volvían: pensaba en don Pío y en don Josef, el célebre descendiente de Gonzalo de Córdoba y veía la imagen de mi novia, sonriéndome en los únicos años de felicidad que han iluminado la vida.

Al pasar por San Pascual santiguóse Currita muy de prisa, y Jacobo, oprimiéndola el brazo cariñosamente, dijo en son de burla: ¡Tonta!... Llegaban al ministerio de la Guerra, y allí Currita se tranquilizó más todavía, porque comenzaba a poblarse aquella soledad que la aterraba.

Sus pasos huecos, en la soledad de la capilla, tienen una vaga resonancia, y las palabras un misterio de sombra. ¿Dónde está enterrada? Esta losa la cubre, señor. Es preciso que la levantemos, Don Manuelito. ¡Quiero verla! Nuestras fuerzas no bastan, señor. ¡Piedra, piedra, levántate! Don Juan Manuel se arrodilla ante la sepultura, y entenebrecido, y suspirante, reza en voz baja.

Dicho manuscrito, que constituye un abultado tomo, pudiera llamarse la Crónica del Convento, y fué redactado por uno de los últimos religiosos que habitaron aquella soledad por el P. Fr.

No por eso dejó de ser feliz ante un acontecimiento muy previsto que tuvo lugar dos años después de su casamiento, y que prometiéndole un grato consuelo, asegurábale en su hogar una independencia y una soledad relativas.

En su solitario retiro, á orillas del mar, cuya movible superficie se descubría al través de las abiertas ventanas estendiéndose á lo lejos hasta confundirse con el horizonte, el P. Florentino distraía su soledad tocando en su armonium aires graves y melancólicos, á que servían de acompañamiento el sonoro clamoreo de las olas y el murmullo de las ramas del vecino bosque.