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La Francia, siendo inmensamente más grande que la Gran Bretaña por la ley de la naturaleza, no debe entrar en lucha con el pueblo inglés: tiene una desventaja capitalísima; es menos lógica, como ya he dicho, y la lógica es un poder inmenso; sino inmenso, es un formidable poder: La Francia lo tiene; pero la Inglaterra lo tiene mayor. Francia tiene uno; el del país, el poder social.

El duque de Tornos no quería dejar al señor de las Cuevas sin la reparación que le debía. Huir en aquella ocasión, no entraba en sus costumbres y carácter, ni era digno de su jerarquía social. Pero al mismo tiempo, en interés de Gonzalo y de él mismo, exigía que todo se llevase a cabo con el mayor secreto posible.

, le venero; y el que quiera saber cuán poderoso es el genio artístico embelleciendo la historia social, un genio embelleciendo á otro genio, un siglo embelleciendo á otro siglo, la humanidad embelleciendo al hombre: el que quiera saber de qué modo una piedra halla el camino de nuestro corazon, que venga y contemple este arco.

Su entrada produjo movimiento, pero no tanto como la del duque de Requena. Este, cuyo rostro carnoso, sensual, no podía ocultar el desprecio que aquella asamblea le inspiraba, corrió a él sin embargo, y le saludó con rendimiento y servilismo sorprendentes, teniendo en cuenta la rusticidad y grosería con que generalmente se comportaba en el trato social.

Nunca me ha fatigado la flânerie en las calles de Londres; no hay libro más elocuente e instructivo sobre la organización política y social del pueblo inglés. No intento hacer una descripción de lo que en ellas he visto, sentido, porque las páginas se suceden a medida que los recuerdos se agolpan, y tengo ya prisa por dejar la Europa y hundirme en las regiones lejanas de los trópicos.

Hablaba con un acento entre vascongado y andaluz, intercalando palabras filipinas; tipo de marino a la antigua, conocía muy bien su derrota, pero en lo demás estaba poco enterado. Le gustaba la ciudad y la vida social. Había estudiado en Vergara y sabía tres cosas no muy frecuentes entre los marinos mercantes: sabía latín, sabía bailar y sabía hacer versos.

En el día es preciso hablar y correr a un tiempo, y de aquí la necesidad de hablar de corrida, que todos desgraciadamente no poseen. Un libro es, pues, a un periódico, lo que un carromato a una diligencia. El libro lleva las ideas a las extremidades del cuerpo social con la misma lentitud, tan a pequeñas jornadas, como aquél lleva la gente a las provincias.

Así, instantáneamente se pasa de la vegetación risueña á la melancólica, y de la tersa llanura á los planos inclinados y á las sinuosidades profundas. La noche se acercaba cuando descendí en Alcudia del tren del ferrocarril. Despues de aquellos contrastes puramente materiales iba á conocer otros de carácter social muy interesantes.

Es en su conjunto y por su significacion general, histórica y social, que el viajero la contempla con pasmosa admiracion y tristeza.

El senador lo declaraba con desaliento: nadie quería enterarse de la verdadera solución del problema social. ¡Qué país!... Así andaba él. Caliéntese usted la cabeza, trabaje usted noches y noches, estudie condensando en innumerables notas toda la sabiduría del mundo, para que después le hagan a uno menos caso que a un novillero.