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La costumbre de ver y oír diariamente los dichos y modales que son la moneda de nuestro trato social, es culpa de que no salte su extrañeza tan fácilmente a nuestros sentidos; mi amigo no pudo menos de abrirme el camino que el hábito tenía cerrado a mi observación.

Si la ilusión de inducirlo a una persecución más tranquila de la reforma social había fracasado ¿había respondido él por lo menos con actos de bondad, a esas demostraciones de amor?

Por fortuna observó la Melanval, tenemos obras para evitar todos esos peligros... Así, la obra de la reforma social... No es suficiente terminó Francisca con un resplandor malicioso en los ojos.

Es, por cierto, curioso llegar sobre una mula, por sendas primitivas en la montaña, durmiendo en posadas de la Edad Media, a una ciudad de refinado gusto literario, de exquisita civilidad social y donde se habla de los últimos progresos de la ciencia como en el seno de una academia europea.

Y cuando la piadosa señora se iba con los sabios, su hijo hablaba casi llorando de emoción, del santo solitario de Asís y de sus hijos los franciscanos, que podían dar a los impíos lecciones de verdadera democracia y eran los que iban a arreglar el día menos pensado la cuestión social.

Lo que allí se puede observar con provecho es el desarrollo industrial y agrícola y el estado social de las clases trabajadoras.

En cambio, el encierro enardeció y sobresaltó su temperamento y lo inclinó a los goces sensuales, buscando en ellos la compensación de los que la libertad, la instrucción y el trato social ofrecen.

No voy a disculparle ahora, pero a explicarle. El dinero representará entonces el talento, el trabajo y otras muchas virtudes. El no tener dinero significará, casi equivaldrá a ser holgazán, ignorante y para poco. No hemos llegado aún, por desgracia, a este grado de perfección social, y hay aún muchas personas que adquieren mal el dinero.

Ahora bien: anhelo que esta crónica se refiera a una modalidad de nuestra vida social, tan original en sus costumbres y rápidas evoluciones.

Misioneros instruidos y llenos de celo podrian igualmente, con el apoyo del Gobierno, tomar á su cargo la conversion de las castas salvages que se encuentran al norte y norueste de Tumupaza, Isiamas y Cavinas, creando pequeñas poblaciones, donde estos indígenas empezasen á gustar de los beneficios de la vida social; lo que contribuirá no poco al bien general del pais.