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Mervyn ganó después orgullosamente la ribera, donde la señorita Margarita golpeaba sus manos. Este encantador ejercicio se renovó muchas veces con igual éxito. Era la sexta vez que se repetía, cuando sucedió, sea que el perro partiese demasiado tarde, ó que el pañuelo fuera lanzado demasiado pronto, que Mervyn no llegó á tiempo.

Las tres mujeres se rieron mucho también de aquella salida tan fina, e Izquierdo, rascándose la noble frente, dijo así: «La señorita... a cuenta que ahora le enseñará a no soltar exprisiones». Buena falta le hace... En fin, vámonos.

No puede salvarte ni el saber que no posees, ni la familia que te falta, ni el trabajo que desconoces. Dime, la protección de la señorita Florentina ¿qué sentimientos ha despertado en ti?...

Partió ayer, como te dije, por el ferrocarril del Havre ... Se ha ido á digerir su fastidio en la orilla del mar ... Se ha dado el golpe mortal ... Le permito vivir, declaró magnánimamente la señorita Guichard, á condición de que, en adelante, permanezca en su puesto ... ¿Y qué remedio tiene? Has cortado las garras á ese león y ya está domado ...

Mientras Clementina saltó de gozo, pues había sentido siempre resuelta inclinación por su primo, á quien se llamaba en su casa el bello Roussel, Fortunato torció el gesto, pues se sentía menos que medianamente predispuesto al matrimonio, por sus ideas generales acerca del santo lazo y mucho menos aún por su gusto particular hacia la señorita Guichard.

Señorita de Lavalle, hacedme el favor de someteros a mi autoridad. Escuchad proseguí con zalamería, os quiero con todo mi corazón, aun más; sois la única persona que quiero en el mundo. La faz del cura se dilató radiante. Pero detesto, execro a mi tía; mis ideas no cambiarán a ese respecto. Tengo mucho más talento que ella...

Joaquinita se extendió bastante a relatarme los pormenores de la pasión del comandante. Aunque envuelto en frases muy lisonjeras para éste, pude adivinar cierto rencor en su relato, y alguna fruición al compadecerse de su malandanza. Nos interrumpió la voz de una señorita pequeña, chatilla, regordeta, que colocada frente al piano cantaba el rondó final de Lucía. No hubo más remedio que escucharla.

La muchacha levantó la cabeza y con cierta compasión dijo: La señorita ruega á la señora que entre en el salón. Herminia no respondió y abriendo la puerta del salón encontró leyendo á la señorita Guichard. ¿Sales, hija mía?, preguntó la solterona con una perfecta tranquilidad, como si nada hubiera pasado entre las dos aquella misma mañana. , tía mía; si usted no tiene inconveniente.

Avergonzado de mi ridícula jactancia, y muy embarazado por las curiosas miradas que sobre había atraído, me incliné torpemente sin responder. Nuestro whist se acabó en un silencio profundo. Eran las diez, y me preparaba á retirarme, cuando la señorita de Porhoet me tocó el brazo. El señor intendente dijo, me hará el honor de acompañarme hasta la avenida. La saludé y la seguí.

Además, miss Margaret estaba allí, arrodillada en la palma de su mano, tendiendo los brazos en actitud implorante, y no es correcto que un gentleman se deje rogar por una señorita que pide protección, y más si esta señorita es su novia. Miró hacia el puerto, que dominaba en gran parte con su vista. Luego volvió los ojos hacia la cumbre de la colina ocupada por la Galería de la Industria.