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Eso es expuesto. Si está enamorada de veras, corremos dos peligros muy grandes: primero, la dificultad de separarles; y segundo, que si su pasión no es verdadera, al perder éste se arroje en brazos de otro amor. El cura no pudo contenerse. Señora, ¡cuánto sabe Vd.! Crea Vd., señor Resmilla, que para servir a Dios hay que pensar en todo. Vamos, ¿qué le parece a Vd.?

10 Y dijo el príncipe de los eunucos a Daniel: Tengo temor de mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más tristes que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis mi cabeza para con el rey. 11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por príncipe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael, y Azarías:

Toda la noche se pasó en claro el pobre don Juan haciendo planes, ideando recursos y arrostrando mentalmente las consecuencias de cuanto se le ocurría, que era gravísimo, porque en sus pensamientos, cálculos y temores, ya no figuraba él solo frente a la irresoluta Cristeta, sino que entre ambos se alzaba, misterioso y tremendo, un nuevo personaje: el señor Martínez, propietario legítimo de aquel cuerpo adorable, dueño legal de la mujer amada.

Al uno le tienes de aprendiz de tornero, y te mete en casa seis reales cada semana; al otro le tienes en una taberna de las Maldonadas, y saca buenas propinillas de las golfas, con perdón... El Señor te los conserve, y te los aumente cada año, y véate yo vestido de terciopelo y con una pata nueva de palo santo, y a tu tarasca véala yo con sombrero de plumas.

9 Deshace, oh Señor, divide la lengua de ellos; porque he visto violencia y rencilla en la ciudad. 13 mas , hombre, según mi estimación: mi señor, y mi familiar. 16 Yo a Dios clamaré; y el SE

Digo, señor, que no lo entiendo contestó la duquesa. Ni yo tampoco repuso el rey ; yo creo que estoy rodeado de vasallos leales. Alguna miserable intriga... Oíd: «los traidores que os rodean, os tienen separado de su majestad la reina...» Interrumpióse de nuevo el rey. En esto de tenerme separado de la reina, tienen mucha razón, y no tenéis en ello poca parte, doña Juana.

Era en 1732 Asistente interino don Manuel Torres, y á este buen señor, así como á su inmediato sucesor, don Rodrigo Caballero Illanes, se deben los primeros ensayos de alumbrado, pues ordenaron al vecindario que desde las primeras horas de la noche del invierno de aquel año hasta las doce, los vecinos colocasen en las ventanas de sus casas faroles que disipasen de algún modo las espesas tinieblas.

Yo no soy cura cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala manera... ¡Señor Resmilla! ¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas pequeñeces hasta por cima de los pelos.

Usted que es hombre que supone, un señor considerable, y que don Federico le aprecia tanto, debería usted darle una puntadilla sobre el asunto, un buen consejo, en bien de ellos y de todos nosotros.

El aperador continuaba exasperando al gitano con ese humor campesino que se goza en enfurecer a los pobres de espíritu y a los vagabundos. Oye, Alcaparrón, ¿ sabes quién es este señor? Pues es don Fernando Salvatierra. ¿No has oído hablar nunca de él?... El gitano hizo un gesto de asombro, abriendo los ojos desmesuradamente. ¡Pues poco nombrao que es el señó!