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13 El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, al cual vosotros entregasteis, y negasteis delante de Pilato, juzgando él que había de ser suelto. 14 Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un hombre homicida;

Con magestad real, con inaudita Pompa llegó, y al pie del monte para Quien los bienes del monte solicita: El Licenciado fue JUAN DE VERGARA El que llegó, con quien la turba ilustre En sus vecinos medios se repara. De Esculapio y de Apolo gloria, y lustre, Sino digalo el santo bien partido, Y su fama la misma envidia ilustre.

Nos atormentaremos y no nos entenderemos. Usted llama terrores desatinados al santo temor de Dios, desesperación al menosprecio del mundo, y locura á la humildad cristiana y al recelo de caer en tentación y de faltar á los deberes. Usted considera muerte la vida que en este mundo se asemeja más al vivir de los ángeles. ¿Cómo, pues, hemos de entendernos?

¿Quién? ¡Ah! Santa Cruz. No la he leído hasta esta mañana. Aquí se despide otra vez, dándome consejos y echándoselas de santo varón. Me manda dentro de la carta cuatro mil reales. Vamos... No se ha corrido que digamos. Quiero escribirle hoy mismo indicó ella animándose un poco . Escribirle, no... nada más que meter los dos billetes de dos mil reales dentro de un sobre y devolvérselos.

A las cinco comenzaba el santo Ejercicio, y a las cinco y siete minutos calculó ella muy bien su entrada, para que fuese de todos vista.

Y pensado y hecho, y sin andarse con algórgoras ni brujoleos, se nos vino al bulto y decretó impuestos, y estancos, y tarifas y qué yo cuántas gurruminas. ¡Dios me perdone!, pero cuentan que, anticipándose a un municipio de estos maravillosos tiempos, estuvo en un tumbo de dado que estableciera contribución canina, sin exceptuar de ella al perro de San Roque, ni al de Santo Domingo, ni al de San Lázaro, ni al de Santa Margarita que, según colijo, fueron santos aficionados a chuchos.

Cuando digo que voy a quemar todos esos papelotes añadió Doña Francisca . Mal hayan los viajes y el perro judío que los inventó. Mejor pensaras en las cosas de Dios, que al fin y al cabo no eres ningún niño. ¡Qué hombre, Santo Dios, qué hombreNo pasó de esto.

El viérnes santo, miéntras duraba el sermon de la pasion, dábanse todos «muchas bofetadas y golpes de pechos ...» «Luego se ordena la procesion por la plaza, y calles principales, llevando en unas andas la imágen de bulto de Cristo crucificado, y en otras la de la Santísima Virgen, con mas de doscientas luces, en un silencio y compostura tan grande que no se oye una palabra, sinó los azotes de un crecido número de penitentes de sangre, arrastrando sogas y palos pesados, y otros vestidos de nazareno, con cruces á los hombros, cantando los coros de músicos el miserere ...» «Varios coros en la iglesia cantan lamentaciones, mientras duran las penitencias y penitentes que van pasando delante del monumento, haciendo reverencia y mas recia disciplina á vista de la imágen de Cristo crucificadoCuando sobrevenía una peste, inmediatamente se rezaba una novena, acompañada de ayunos y otras penitencias; entónces; «cada noche hay plática y acto de contricion, y se van siguiendo las parcialidades á hacer disciplina, y si algunos por viejos, ó por la novedad del ejercicio, su dan con poca fuerza, se enojan los oyentes, y le riñen que apriete la manoAsí pues, segun el estado de exageracion religiosa de la España en aquella época, los Jesuitas á mas de los principios de sana moral y de la religion católica, impusieron á los fanáticos Moxos esos castigos corporales, que los ultrajaban, quitándole no poco á su dignidad de hombres.

No obstante, les predicó el santo varón la fe de Cristo con tanto fervor y espíritu, que si él no pudo luego reducirlos, viniendo poco después otro Misionero sacó de ellos fruto muy copioso. Y aunque el apostólico Padre se hacía tan cruda guerra á mismo, siempre le parecía todo poco por el ansia de padecer siempre más y más.

23 Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y mujer... era una delicia el ver como pasaba sus días. 24 Entonces... cuando el lucero brillaba en el cielo santo, y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a la cocina rumbiaba el gaucho... que un encanto.