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Casi ni le había mirado cuando murmuró aquel indiferente: "¿Cómo está?" No la sentía su novia, por cierto. Decidió acercarse y hablarla. Pero la vio tan distraída, tan olvidada de él, que un orgullo amargo le sublevó. Quiso entablar conversación con alguien y se arrepintió de haber esquivado a Castilla. Charito apareció como un ángel salvador.

Contestó Carmen, muy sorprendida: ¿Cómo a buscarme? , acordemos en seguida un medio de que salgas de aquí. Pero, ¿por qué, Salvador? ¿Y todavía me preguntas por qué...? Yo que aquí estás muy mal; que sufres mucho...; que corres graves peligros.... ¿Quién te ha dicho eso?

Algo y aun algos de eso he visto por desgracia, señora dijo Salvador sorprendido de aquel sentimentalismo que por cierto modo artístico se avenía bien con el empaque funerario de su distinguida interlocutora.

Si es liberal, no concluirá en bien. Salvador tuvo que moderar el paso, al notar que su compañera se sofocaba bastante.

Salvador participaba en la casona de la aversión que allí sentían por la niña de Luzmela; no en vano era otro heredero de don Manuel de la Torre.

Ha andado por Chile, Bolivia y el Perú, y conoce palmo a palmo el terreno donde a estas horas han de estar peleando los ejércitos. Me picó la curiosidad; me incorporé en la cama y dije en voz alta: «Don Salvador, si no tiene mucho sueño, ¿quiere acercarse un poco?

Salvador paseó unas cuantas calles del gran puerto francés, con aquel paso automático y febril con que había medido en Luzmela las estancias mudas del palacio.

El Mundo y la Naturaleza humana sobrenadan asidos de la cruz del madero salvador, y arriban á la tierra firme, que surge de las aguas, que corren en torno de ella.

Si viviera más, ¿podría llegar a quererte? Pues bien, por más que se empeñen en unirnos la Naturaleza y el mundo, tienes unas cosas.... Dame agua.... Salvador le dio agua. El beber reanimó un tanto al enfermo, que pudo decir esto: ¡Qué habría sido de sin tu ayuda, sin tu generosidad en estos meses de locura y abandono!... Mucho te debo, mucho.

D. Salvador, en el insoportable tedio de esta soldadura, que a veces, cuando siento pasos, me parece que son ellos que van a entrar, y cuando suena voz de mujer, si es bronca y regañona, me parece la de mi hermana, si es dulce y apacible como la de la misma discreción, me parece la de Sola.