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De las siete puertas que antes daban entrada en Teruel, solo hoy están en pie las tres siguientes: 1.ª La de San Salvador, nombre que recibe del templo y de la calle a que da paso; es toda de piedra y de gran solidez y se cree fue construida muy poco después de la fundación de la ciudad.

Toda la servidumbre se asomaba al zaguán; los mozos de las cuadras se hacían los encontradizos en la corralada, y Rita, detrás del señorito, se enjugaba los ojos en silencio. Partió Salvador, diciéndoles a todos con la mano un adiós afectuoso; llevaba en el semblante extraña expresión de angustia.

Carmen, toda estremecida, toda confusa por un vago tropel de pensamientos y sensaciones, se desciñó un poco de los brazos que la mecían, y mirando a Salvador con hondo afán, le preguntó: Dime: ¿quién era mi padre?

Me refugiaba yo en el recuerdo de Angelina, como en un puerto salvador; me repetía una y mil veces cuanto ella me había dicho, sus palabras más tiernas, sus frases más doloridas, las expresiones que más hondamente habían penetrado en mi corazón, y cuando me creía victorioso y alardeaba de haber triunfado en mismo, la voz de Gabriela, el eco de su piano, el ruido de su falda, el aroma de sus vestidos, cualquiera cosa suya me hacía estremecer, y me sentía débil como un niño, impotente para resistir una mirada, la más indiferente, de sus ojos azules.

Hazlo, hazlo por y por nuestro padre, cuya memoria y cuyo nombre pongo hora como lazo de reconciliación entre los dos.... Salvador sintió frío en el corazón.

El agua entraba por el techo, que tenía más agujeros que una criba, y después que las gotas salpicaron de agua el suelo polvoroso, siguieron menudos chorros que formaban charcos en diversos puntos. Esto es vivir en campo raso dijo Salvador con escalofrío . ¿Sabes que me parece has encontrado el sitio de la batalla? ¿Cuál? Este páramo.... Es indispensable que salgas de aquí.

La niña, recobrándose, contestó al punto: Si fuese cierto, por vendría.... O no, que a los hermanos no les da tan fuerte. Ya ves lo que se molestan por los míos..., ¡como yo por ellos!... No oyó Carmen estas últimas palabras, embebida en la ilusión de pensar que Salvador pudiera ser su hermano. La otra argulló todavía: El bien me mira....

estás muy enfermo le dijo Salvador con profunda pena , y yo creo que el Virrey te perdonará la vida. ¡Y al dejarme vivir llamas perdón!... vaya un perdón el tuyo. ¡Indultarme!... No, por muy masón que sea el Virrey, no será tan cruel o inhumano. Estás alucinado, y el sufrimiento te enloquece un poco, haciéndote disparatar. Yo estoy cuerdo y lo que me digo.

D. Salvador Riada. Mi querido amigo: Mucho siento tener que decir á usted que Monte-Cristo, que oye turbio y que, además, suele distraerse, hubo de engañarse, y tal vez engañó á usted, sin la menor malicia, cuando le aseguró que me había parecido muy bien el Himno á la carne. Ni bien ni mal podía parecerme una obra que yo aún no conocía.

Se enderezó el de Luzmela conmovido y le blanqueó intensamente la faz cetrina. Oye bien, Salvador...: voy a dejar sola en el mundo a Carmen, y Carmen es mi hija; tiene apenas trece años la inocente, y quedará en la vida sin sombra y sin nombre....