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Pero yo no puedo creer que Bartolo se esconda, ¡vamos! dijo otro, recalcando el chiste de Martinán. Pues que se esconda ó no se esconda profirió Firmo, en cuanto le vea le salto todas las muelas. Podéis decírselo á ese zote. Y adiós, que me esperan.

Pero ya Plutón había dado un salto prodigioso y antes que desapareciese la agarró por el brazo. No la alzó, sin embargo, sino que, teniéndola suspendida, él mismo se precipitó en el agujero, y con su agilidad de mono y adiestrado en bajarlo y subirlo, descendió con su carga velozmente, apoyándose con los pies en las escalerillas que su mano había tallado.

Ella no responde, se acurruca otra vez en su rincón y ya no vuelve a despegar los labios... La lluvia ha cesado, pero el viento ruge por entre las junturas de la portezuela; de pronto, un relámpago... e instantáneamente un retumbo. Los caballos dan un salto hacia la zanja. Grito: ¡Firmes las riendas, Juan!

Cuando lo dicho no baste para que jamas pensemos en tal cordillera, precisamente ha de bastar el saber, que solo existe desde el Salto grande hasta poco mas al norte de las cabeceras del Igatimí, segun estoy informado: por consiguiente, cuando los demarcadores se hallen sin ella, tendrán que acudir á las Cortes para que busquen el modo, y por donde caer al rio Paraguay.

Hinquéme de rodillas y dije: -Señor, en sus manos de V. Md. está mi remedio y mi venganza y mucho provecho de la república; mande V. Md. oírme dos palabras a solas, si quiere una gran prisión. Apartóse; ya los corchetes estaban empuñando las espadas y los alguaciles poniendo mano a las varitas. Con esto, el corregidor dio un salto hacia arriba, y dijo: ¿Y dónde están?

Desde la mesa en que Rocchio se había refugiado, distinguíase el fúnebre pizarrón; las cifras aparecían tan claras, tan netas, tan blancas, que producían el vértigo: el oro, como habilísimo acróbata, daba saltos mortales: 325, 330, 336, 340... ¡dos puntos, cinco puntos, diez puntos de golpe! y ahí quedaba con un pie en el trapecio y en el aire el otro, pronto a dar nuevo salto, delante del público aterrado, que seguía sus movimientos con espantosa ansiedad.

Era más grande que el suyo; el techo más alto, y sobre todo, en vez del tragaluz redondo, tenía ventana, una verdadera ventana como las de las construcciones terrestres. Saltó sobre el diván para sentarse en el alféizar de ella, sacando parte de su cuerpo fuera del buque.

Lo que yo digo, ¡caramba! ya que la lleve a una el diablo, que la lleve en coche. Oye, saltó Valentina levantando el rostro con su ceño habitual algo más pronunciado, no te pongas tan fanfarrona.

Así como estaba, en su blanca camisita de batista, Lita saltó del lecho sola y adelantó de la mano de su madrina... Atravesaron la habitación sin hacer ruido, en puntitas de pie, luego el dormitorio de la mamá, el cuarto de vestir, una sala... iban directamente a la puerta de calle... Lita misma abrió la puerta que comunicaba la sala con el vestíbulo.

Hubieras debido sospecharlo... Y te hago gracia de los germanos, pues eran unos horribles polígamos y por este mismo hecho no admitían la solterona... Y tenían mucha razón exclamó la abuela. ¿Tenían razón de ser polígamos?... ¡Ah! abuela... ¡No! dijo la abuela dando un salto, no es eso lo que digo. La poligamia hubiera debido ser siempre un caso de horca; pero, en fin, las solteronas...