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Mefistofeles comparece a la puerta y les dice: daos prisa o estais perdidos; vuestros retardos y vuestras dudas son funestos, mis caballos tiritan, el frio de la manana se hace sentir. Margarita. ?Quien sale de este modo de la tierra? el es, el es; hacedle ir. ?Que hara en el lugar sagrado? Es a mi a quien quiere llevarse. Faust. Es necesario que tu vivas.

Currita recogió, en efecto, el guante, y puesta en guardia al punto, manifestó su asombro con ingenua sencillez de cándida tortolilla. ¿De veras?... ¡Cuánto me alegro!... Supongo que habrá convidado a las novicias del Sagrado Corazón...

Los estudios no son allí malos y la admisión de pensionistas se hace con menos pretensiones aristocráticas que en el Sagrado Corazón, por ejemplo. Elena, por otra parte, está delicada desde ayer, y el médico ha aconsejado que se le haga guardar cama. Es, sin duda, la consecuencia del cambio de aire y de vida.

Y ¡cómo que ha cometido sacrilegio! dijo a esto el adolorido estudiante : que puesto que yo no soy sacerdote, sino sacristán de unas monjas, el dinero de la bolsa era del tercio de una capellanía, que me dio a cobrar un sacerdote amigo mío, y es dinero sagrado y bendito.

Yo creo que antes, lo mismo que ahora, y ahora lo propio que despues, la humanidad no ha sido, no es, no será, no puede ser nunca el Dios del mundo, ni de misma, ni de nadie, ni de un triste gusano, porque la humanidad no ha creado á nadie, ni al triste gusano, ni á misma, ni al mundo, ni puede hacer, ni decir una palabra en punto á marcar el último destino de las cosas, ese dia misterioso y sagrado, ese enigma supremo, oculto y recogido en el pensamiento del soberano artífice.

Como debo. ¡No quiero, ¿entiende usted? que sus inicuos artificios arrastren al abismo a quien no es culpable! ¿Usted ama la verdad sobre todas las cosas? ¿Es un sagrado deber de usted el descubrir la verdad? ¿Usted es el delegado de la sociedad para hacer justicia? ¡Pues bien, diga usted a esa sociedad y el tono de su voz se alzó casi hasta el grito, dígale usted que yo he muerto a esa mujer!

Y, sin embargo, el alma, el espíritu puro, velaba, ¡, velaba!, y Serafina era la primera en mantener aquel fuego sagrado de la poesía. «¡Besos con música! El que no sabe lo que es esto no sabe lo que es bueno.

Mientras trazaba y preparaba doña Inés todo esto en favor de Juanita, de quien se había declarado protectora y directora, su cariño hacia la protegida y la discípula iba creciendo más y más, dando de raras muestras y combinándose en él lo sagrado y lo profano.

Al héroe sagrado, meritísimo de la República cristiana, por su eterna piedad y virtud, el Senado y pueblo de Sevilla dedicadísimo á su sagrada memoria y majestad

Pero cuando estos pensamientos, horribles siempre, le apretaban como las cuerdas de un potro, se le hacían irresistibles, era cuando le acometían al tiempo de ejercer alguna función de su sagrado ministerio.