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¡Válgame Dios, Rita! dijo la marquesa, que no estaba para fiestas . Más propio sería que te indignases de tamaña falta de seso, que no reírse de ella. Tía contestó la joven , bien lo que el caso merece; pero aunque estuviese en el ataúd, me había de reír.

Estoy desesperada. Tan desesperada estoy, que me inclino a creer que no he tenido que fingir la enfermedad, sino que en realidad estoy enferma. El doctor lo ha creído y ha dejado una receta muy larga, que doña Rita ha leído y debe cumplir. Serán simplezas del doctor... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué burla pesada es esta? ¿Con que no me contesta Narcisito?

Además dijo Rita , está muy enamorado de la bolera Lucía del Salto; y así, aunque el señor fuera de mi gusto, le habría dado la misma respuesta. No estoy por las competencias; y mucho menos con gente de entre bastidores. Rita era sobrina de la marquesa y del general.

Acordábase mucho, mucho, con extraños remordimientos casi incestuosos, del robusto tronco de su cuñada Rita. También recordó el nacimiento de Perucho, un día que Sabel estaba amasando. Por cierto que la borona que amasaba no hubiera tenido tiempo de cocerse cuando el chiquillo berreaba ya diciendo a su modo que él era de Dios como los demás y necesitaba el sustento.

Y Salvador, alzándose de la silla, volvió a cruzar el salón al compás de sus cavilaciones, mientras Rita suspiraba al son de las suyas.... Aprovechó el médico la ocasión de haber sido llamado a la cabecera de Julio para menudear sus visitas a Rucanto, y doña Rebeca le recibía muy amable.

Rafael, que era un excelente joven, leal, juicioso y noble en su porte y por su cuna, y que gozaba de un buen patrimonio, era el marido que la familia de Rita le deseaba. Pero ella, a pesar de la vigilancia de su hermano, había entregado su corazón sin saberlo aquel.

Cuando papá me enteró de las intenciones del primo, le dije que no quería sacarle el novio a mi hermana, y entonces papá... me besuqueó mucho en los carrillos, como cuando era pequeña, y... me parece que le estoy oyendo... me respondió así: «Rita es una tonta..., cállate». Pero por mucho que diga papá.... ¡al primo le seguía gustando más Rita!...

dijo Rita ; es un libruco pequeño.... ¿Verdad?... También a «me le sacó» y me relató en él unas cosas muy apuradas «de comer y beber lloros».... ¡Válgame Dios!...

Siempre la casona de Rucanto fué secreta y aduendada para los lugareños.... Servidores del valle no los quieren; pero los forasteros que les vienen de criados poco duran, y, antes de najarse, algo murmuran en el pueblo. Pues es necesario enterarse de la verdad de esas habladurías.... Indaga , Rita; yo también he de averiguar algo de lo que nos interesa.

Las mantenedoras de este torneo eran Rita y Manolita, las dos mayores; en cuanto a Nucha y Carmen, se encerraban en los términos de una cordialidad mesurada, presenciando y riendo las bromas, pero sin tomar parte activa en ellas, con la diferencia de que en el rostro de Carmen, la más joven, se notaba una melancolía perenne, una preocupación dominante, y en el de Nucha se advertía tan sólo gravedad natural, no exenta de placidez.