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Enteramente convencido de su amor, el hidalgo la pidió en matrimonio, y la obtuvo no sin algún trabajo, pues a la mamá costole muchas lágrimas entregarle aquella joya, que era la alegría de la casa. En los primeros cuatro meses gastó D. Álvaro la renta de todo el año. Joaquinita quiso coche y palco en los teatros, y dio reuniones y saraos.

Silas le preguntó si deseaba romper su compromiso; pero ella dijo que no; el compromiso era conocido en la iglesia y había sido confirmado en las reuniones piadosas. Para romperlo hubiera sido necesario hacer una encuesta severa, y Sara no tenía ninguna razón que dar, que pudiera ser sancionada por el sentimiento de la comunidad. Por esa época, el decano de los diáconos cayó gravemente enfermo.

El tema sobre que versa el discurso no puede serme más simpático; pero esto no basta. Con ocasión de que las mujeres se complacen ahora en asistir a estas reuniones, encarece mi amigo y compañero la capacidad que hay en ellas para el cultivo de las letras y cuán útil y conveniente es que las cultiven. En todo esto mi mente se halla en perfecta consonancia con la suya.

Nunca debía levantarse del suelo ni abrir el pico. Es como esos buenos mozos que pierden mucho cuando hablan. Después, en casa, leo, toco el piano, tarareo la ópera que se va a dar en el Colón, me entero de lo que dicen los diarios, de los noviazgos, de las reuniones, bailes y fiestas.

No aportan a las reuniones sociales más que un espíritu embotado por la preocupación de los negocios, y no buscan, al frecuentar los salones a la moda, sino un mercado donde aumentar sus relaciones. ¡Para escapar al contagio y permanecer entre la gente de su clase, les aseguro, hay que violentarse!

Pepita seguía, con una expresión de lástima en los ojos, el tocado rápido de su madre, que se peinaba á ciegas sin el menor rasgo de coquetería. Mamá, ponte la capota negra; es muy bonita y te sienta bien. Doña Cristina movió la cabeza. No, hija, nada de sombreros. Eso pasó. Cada cosa á su edad. Ya soy vieja y no está bien que quiera lucirme en unas reuniones que son para bien de la religión.

Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste le agradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombres aunque fuesen literatos. Sin embargo, alguna vez paseaban o comían juntos. El pintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estaba seguro de que no era santo de la devoción de la señora.

Pocos sabían como él despertar el buen humor en las tertulias, hablar con donaire de las mil frivolidades que constituyen el encanto de la buena sociedad. «Mi fuerte y mi recurso supremo para extasiar a las tertulias solía decir con ironía, es el teatro RealPorque entonces, como ahora, la conversación amena por excelencia en Madrid era la de la ópera, y aquél era tenido por hombre más discreto y agradable quien proporcionase en las reuniones datos más fidedignos acerca de la vida privada de los tenores y barítonos.

Mi trabajo, mis viajes frecuentes á los vecinos departamentos, mi afición á la soledad, me tienen á menudo alejado del castillo, cuyas reuniones bulliciosas huyo sobre todo. Puede muy bien que la amistosa acogida que hallo en él, sea debida en gran parte á lo poco que me prodigo.

Después que consiguió asegurarme como su víctima, se revelaron casi instantáneamente sus verdaderos instintos, que eran los de un hombre que vive a fuerza de sus infamias y para quien el corazón de una mujer no tiene valor alguno, y desde entonces hasta ahora, aunque el mundo creía que era soltera, y asistía como niña a todas las fiestas y reuniones del más brillante círculo de Londres, he vivido, sin embargo, constantemente presa de un terror pánico del hombre que por la ley era mi esposo.