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El señor Fermín era de estos admiradores. ¡Un personaje de tantos pergaminos, que podía, sin desdoro, hacer el amor a una princesa, encaprichándose de muchachas del pueblo o de gitanas; escogiendo sus amigos entre caballistas, toreros y ganaderos y bebiéndose una copa de vino con el primer pobre que se aproximaba a pedirle algo! ¡Esto era democracia pura!... Y al entusiasmo por los gustos plebeyos del prócer que parecía querer resarcir a la gente de la altivez y el orgullo de sus empingorotados abuelos, uníase la admiración casi religiosa que la fuerza, el vigor físico, inspira siempre a la gente del campo.

El dejo que en el ánimo de ellos debe de quedar después de leída la novela no es desconsolador ni depresivo, sino que está lleno de suave y religiosa consolación y de la moralidad más verdadera y más alta. Yo creo que la novela del Sr. Montoto realiza cumplidamente el mencionado fin.

Por lo que hace á las instituciones y costumbres, bastará dar una idea general de los tres cantones que son objeto de este capítulo, y que tienen completa analogía en su historia, condicion social y económica y organizacion política, judicial y religiosa. Mas adelante, al hablar del canton de Schwyz, diré lo que me parece mas interesante.

La conversación recayó, como de costumbre, en la crónica de los asombrosos milagros que se realizaban de continuo en aquella ciudad. Otra monja de Santa Ana oía todas las noches una voz que le denunciaba las asechanzas del Demonio en torno de la celda de tal o cual religiosa.

Sólo con él se hubiera desposado; y como no quería causar tan profunda pena a Fernando, cuyo amor no merecía, veíase obligada a hacerse religiosa. Amaba a Fernando, su prometido, pero con un amor más apacible, más dulce.

En ambas tentativas salió la autoridad triunfante; pero la del Papa no pudo impedir que las nuevas doctrinas del concilio de Basilea y de los príncipes acerca del gobierno de la Iglesia y de las reformas que en ella habian de hacerse, echáran hondas raices en Francia, se perpetuáran, pasáran á los parlamentos y se convirtieran en opinion poderosa; ni pudo estorbar el imperio que la reforma religiosa popular, sofocada con fuego en la hoguera de Juan de Hus y Gerónimo de Praga, y luego con sangre en los campos de Boehmischbrod, volviese á levantar la cabeza con mayor pujanza en Wittemberg.

Comía, como los pájaros, lo que encontraba, sin que jamás se apurase por esto, á causa de la conformidad religiosa que existía en su alma, y de su instintiva fe en los misteriosos auxilios de la Providencia, que á ningún ser grande ni chico desampara. Los que esto lean creerán que Migajas era feliz. Parece natural que lo fuese.

Al mismo tiempo un apaciguamiento místico y una luz de religiosa esperanza parecían envolver la figura y formar la atmósfera del cuadro.

No tuve, dificultad en convencerle de que yo no tenia ninguna preocupación religiosa ni de raza, y que estimaba á la suya como una de las mas bellas, tenaces y enérgicas del mundo, y una de las que han contribuido mas, por el poder del trabajo y el sentimiento de la fraternidad, al progreso de la civilización.

Su existencia, antes de su llegada a Raveloe, había estado llena por el movimiento, la actividad del espíritu y las relaciones íntimas que en ese tiempo, como en nuestros días, distinguían la existencia de un artesano incorporado desde temprano en una secta religiosa, de miras estrechas, en que el laico más pobre tiene probabilidades de hacerse notar por el talento o la palabra, y en la que por lo menos influye su voto silencioso en el gobierno de la comunidad.