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Pues bien continuó Ra-Ra con entusiasmo después de una larga pausa , ese anciano lo sabe; ese guerrero escapado á la venganza de las mujeres prepara la resurrección de un mundo de honor caballeresco y de heroísmo, comunicando sus conocimientos á los jóvenes.

Y tomando á Ra-Ra otra vez con el pulgar y el índice de su mano derecha, lo sacó del bolsillo para depositarlo en un alero.

La idea de que toda la República confederada de los pigmeos se estaba ocupando de sus pantalones como de una manifestación subversiva y la seguridad de que iban á ponerle faldas iguales á las de Ra-Ra, hicieron que su risa se prolongase mucho tiempo. Los grupos de afuera se imaginaron que el coloso feroz estaba saludando con carcajadas el cadáver del sabio.

Además, su deber era darle sepultura inmediata en el mar, ya que no podía hacerlo en tierra. Tomó á un mismo tiempo con sus dedos el cadáver de Popito y el cuerpo de Ra-Ra, depositándolos de nuevo sobre la chaqueta.

Marchaban entre grandes edificios levantados cuando la capital se ensanchó á consecuencia de la Verdadera Revolución. La cárcel donde guardaban á Ra-Ra era un antiguo cuartel que las tropas femeninas habían abandonado por insalubre. Aquí dijo Popito. Y le señaló con sus gritos y sus manoteos un edificio de paredes sombrías, con las ventanas cerradas.

Al no poder vengarse Momaren del revolucionario Ra-Ra, que andaba fugitivo, quería saciar ahora su odio en el pobre Hombre-Montaña. Además, su vanidad de autor atribuía una intención malévola al pobre gigante, el cual, por simple torpeza, había interrumpido su fiesta literaria.

Gillespie se resistía á comprender cómo varios pigmeos podían matarle durante su sueño no disponiendo de una máquina inyectora como aquella de que le había hablado Flimnap. Mis amigos contestó Ra-Ra han podido adivinar, gracias á algunas palabras de estos hombres, cómo se proponen matarle durante su sueño.

Momaren y Golbasto deben haberles proporcionado la barra, dándoles, además, lecciones para que asesten el golpe en el lugar preciso. Aún hablaron los dos un largo rato. El gigante acabó por olvidar los propios asuntos para que Ra-Ra le contase sus planes revolucionarios y sus esperanzas en el próximo triunfo.

Con acento de rencor, como si el gigante tuviese la culpa de la herida recibida por su amada, Ra-Ra fué explicándole todo lo ocurrido desde que salió de la cárcel. Al caer en el fondo del bolsillo oyó gemidos dolorosos, viendo á continuación cómo la dulce Popito chorreaba sangre.

Gillespie seguía mostrando la misma curiosidad en sus ojos, pues las palabras del pigmeo no llegaban á satisfacerla. ¿Y por qué lo persiguen á usted? preguntó . ¿Quiénes son sus enemigos? Ya le he dicho que me llamo Ra-Ra, pero este nombre significa muy poco para el que no conozca la historia de nuestro país. El generalísimo Ra-Ra fué el más importante de los caudillos del emperador Eulame.