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El autor de la novela ya citada, de Alonso, mozo de muchos amos, traza un cuadro parecido de los sufrimientos de los actores, cuando, como los gitanos, han de encaminarse de un pueblo á otro cada quince días, lloviendo y nevando .

Con una de ellas hablaba de vez en cuando en voz baja la hija de los señores de Calderón, niña de catorce o quince años, carirredonda, de ojos pequeños, nariz arremolachada y algunos costurones en el cuello, pregoneros de un temperamento escrofuloso.

Hacía ya quince años que Silas Marner vivía en Raveloe.

Es lo cierto que quince ó veinte años después de fundada la población, ya la cárcel, que era de madera, presentaba todas las señales exteriores de haber pasado algunos inviernos por ella, lo que le daba un aspecto más sombrío que el que de suyo tenía.

Las huellas indicaban que se habían dirigido á "El Atalí", y á "El Atalí" fué Ortiz con sus quince valientes, sin obtener otro resultado, que cerciorarse de que Heredia y los suyos se habían replegado sobre la inexpugnable posición de Kentucky, hacienda enclavada en el corazón de la sierra, á una altura prodigiosa sobre el nivel del mar, y dotada de tan formidables defensas naturales, que durante nuestras guerras emancipadoras jamás se atrevieron las aguerridas tropas españolas á intentar el desalojo de las fuerzas patriotas que hacían de ese lugar el centro de sus operaciones.

El calavera doméstico admite diferentes grados de civilización, y su cuna, su edad, su profesión, su dinero le subdividen después en diversas castas. Las principales son las siguientes: El calavera lampiño tiene catorce o quince años, lo más diez y ocho.

El temperamento de Octavio guardaba bastantes afinidades con el suyo, lo cual le traía desesperado. D. Baltasar hubiera dado cualquier cosa por que su hijo fuese un lagarto que se perdiera de vista, un truchimán capaz de enredar con sus artimañas á todo el concejo. Pero desgraciadamente no era así ó, por mejor decir, era todo lo contrario. «Este chico, decía, me da á quince y raya.

Pero ahora que está en otras manos, ¿qué es lo que usted presupone? le dije, caminando siempre a su lado, porque ya habíamos salido de la ciudad e íbamos por ese ancho camino sucio que conduce al puente Mariano y continúa ascendiendo hacia las montañas, en una extensión de quince millas, hasta ese frondoso y bastante alegre punto de verano, bien conocido de todos los italianos y algunos ingleses, que se llama los Baños de Lucca.

A los quince días de instalarse Doña Francisca en la calle de Orellana, juzgó la mandona que más eficaz sería su poder y mejor gobernada estaría la familia viviendo todos juntos: general y subalternos.

El nochiero llama el Dante al sombrío pasante de las almas perdidas... Siento un rumor lejano, un apagado murmurar, el tenue choque de maderas contra las piedras. Avancemos; al doblar una esquina, aparecen unos quince o veinte hombres, ocupados en colocar los atriles de una orquesta frente a los balcones desiertos de una casa envuelta en la oscuridad.