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¿Quién fué Hasay? ¿Cuál fué su vida? ¿Cuál su historia? Poco más ó menos, procuraré recordar lo que en lenguaje natural y verídico me contó mi buena y bellísima amiga. Hasay, era allá por los años de 1845, una hermosa dalaga que contaba unos quince, desde que su madre, india en toda su pureza, lanzó el último aliento al arrancar de sus entrañas un pedazo de su alma en su hija Hasay.

Los quince de Moxos se redujeron á once, y su opulencia, parte de ella trasplantada á los dominios portugueses, causando los progresos de sus establecimientos que tanto nos perjudican. Los infelices indios perdieron aquella inocencia de su buena educacion.

Fray Antonio quiso entonces justificarse, y antes de volver a Madrid, donde habitualmente residía, habló al padre guardián como sigue: No sólo ha habido duende sino uno de los duendes más poéticos que en este mundo sublunar puede darse. Era ella tan pura, tan cándida y tan ignorante de lo malo, que a los quince años parecía ángel y no mujer.

Perdón, señora replicó la joven con extremada cortesía ; ¿podría decir a usted antes cuatro palabras? La baronesa la vio vagamente inquieta. ¿Qué deseas? le replicó con acritud. Señora, ¿me permite usted que le recuerde la conversación que tuvimos en secreto en su habitación de usted hace quince días?

Aquellos ojos que se burlaban de él trastornaban todas sus ideas. Quiso acabar; callarse pronto: cada minuto le parecía un suplicio; creía oír los mudos chistes que aquella boca estaría haciendo a costa suya. Miró otra vez el reloj; con quince minutos más redondeaba el discurso.

La serie se compone de seis diagramas con instrucciones para dibujar los mapas de la América del Norte, América del Sur, Europa, Asia, África y Australia, y quince cartones en los cuales los paralelos y meridianos, están calculados para construir los mapas siguientes: 1. HEMISFERIO OCCIDENTAL. 2. HEMISFERIO ORIENTAL. 3. AM

Quince días después, el cabo de miqueletes del puerto de la carretera de Elguea participó al comandante de Lúzaro que en la peña llamada Leizazpicua encontraron el cadáver de un hombre de unos cuarenta años de edad, arrojado por las olas. Vestía el cadáver, traje de marinero, compuesto de elástica de lana de punto y pantalón y chaleco con botones amarillos.

Allí, según noticias, se trabaja mucho, ¡mucho!... Usted no tiene costumbre de matarse así, de sol a sol, como un gañán. Aquí está usted mejor; tiene usted tiempo libre para todo.... ¡Hasta para hacer versos! ¡Bien! ¡Bien! ¿Y cuándo se va usted? Dentro de quince días. ¡Eso está malo, malísimo! ¡Bien! Se irá usted cuando guste. Hoy mismo llamaré al sustituto. ¡Queda usted libre desde hoy!

Rezó con fervor los quince misterios, y cuando creyó que la sombra le permitiría caminar por las calles sin ser reconocido, se dirigió a la ciudad, entrando a ella por la puerta vecina y yendo a situarse a pocos pasos de la casa de Beatriz. Esperó mucho tiempo. De pronto, un bulto humano rozole y pasó. Algo después vio llegar una ronda.

M. Taillade respondió que lo recordaba muy bien, y explicole que, para hacerse agradable a M. L'Ambert, y captarse su benevolencia, había promovido al auvernés de peón de albañil a azogador. ¿Hace quince días de eso? preguntole el notario. , señor, ¿lo sabíais ya? ¡Demasiado, por desgracia! ¡Ah, señor! ¿cómo puede jugarse con cosas tan sagradas? ¿Yo...? No, nada.