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Donde quiera escombros gigantescos, desolacion y tristeza; el esqueleto colosal del prodigio militar y artístico de una civilización....

Nanar, en vez de contestarme, hizo venir al punto a todas las bayaderas y cantatrices que había en el alcázar: se entiende que fuera del recinto, harén o como quiera llamarse, reservado a sus mujeres. Las tales sacerdotisas de Milita pasaban de novecientas, y eran de lo más bello y habilidoso que a duras penas pudiera encontrarse en toda el Asia.

¡Oh! ¡en mal hora nacido yo, exclamó Miguel de Cervantes, que por donde quiera que voy, siguiéndome va como inseparable compañera la desventura! ¡Oh dichas entrevistas y con alegría de amor en esperanzas gozadas, y antes de ser tocadas, desvanecidas e imposibles!

Puede hablar, Baldomero, todo lo que quiera, lo que es por ... Yo digo por el respeto, ¿no?... porque a la verdad, que si el patrón llegase a venir... ¿El qué?... ¡Hable claro!

También para estas tempestades hay conjuros. ¡Yo me arrastraré como penitente donde me han visto triunfar como pecadora!, ¡yo confesaré a voces mis pecados donde quiera que haya gentes honradas que me oigan!... ¿Qué más puedo hacer? Jesús no pidió tanta penitencia a la cortesana arrepentida, y había escandalizado más que yo.

Yo no respondo de que hubiese o no algo de exagerado en tales afirmaciones; pero como quiera que fuese, el boticario, aunque aborrecido de las damas, a lo que debía de contribuir su fealdad nada común, era persona divertida y hospitalaria. Ninguna noche faltaban en la tertulia de su casa ocho o diez tertulianos.

Id, id, que el día avanza, y tal vez os busquen. No lo quiera Dios: y puesto que vuestra señoría no me necesita, voy... voy á dar una vuelta por mi casa... Id con Dios. Montiño salió desolado.

Así, por ejemplo, Manzoni y Leopardi en Italia, y aun en nuestra pobre y hoy desdeñada España el glorioso cantor de la imprenta y del levantamiento de las provincias españolas. Como quiera que ello sea, y con el debido y más profundo respeto a los personajes literarios y científicos que el Sr.

Recíbalo usted, como me lo ha prometido, y guárdelo como un recuerdo, aunque no quiera usarlo... Y, diciendo esto, don Mariano se despidió. Cuando, después de contar a Coca su conversación con Vázquez, salvo lo del obsequio, estuvo Laura sola en su aposento, abrió el estuche... Adentro había una valiosa sortija de dos magníficas piedras, un brillante y un rubí. «¡Vamos! se dijo Laura.

Alguna cosa que yo no entenderé ni la entenderá nadie... Diga lo que quiera y tómelo por donde lo tome, Dios no puede volverse atrás de lo que ha hecho; y aunque se hunda el mundo, este hijo es el verídico nieto natural de esos señores, D. Baldomero y doña Bárbara... y la otra, con todo su ángel, no toca pito, no toca pito... eso es lo que yo digo.