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Finalmente, él se enamoró de , y me lo dio a entender desde las ventanas de su casa con tantas señas y con tantas lágrimas, que yo le hube de creer, y aun querer, sin saber lo que me quería.

A Loppi le pareció que Masicas tenía mucha razón, y que no estaba bien sentarse a aquella mesa de lujo con el vestido tan pobre. Pero la voz se le resistía cuando a la mañanita llamó al camarón encantado: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ El camarón entero sacó el cuerpo del agua. ¿Qué quiere el leñador? Para , nada; ¿qué puedo yo querer?

Cuando estuvieron solos en el cuarto que servía de vestuario a María, estalló la cólera de esta. Eres un insolente, un infame exclamó con voz sofocada por la ira ¿Qué derecho tienes para tratarme de esta suerte? El quererte respondió Pepe Vera con flema. Maldito sea tu querer dijo María. Pepe Vera se echó a reír. ¡Lo dices eso como si pudieras vivir sin él! dijo volviendo a reír.

Gracias a Dios, señor perdido... gritó la Marquesa incorporándose un poco y alargando una mano, que desde lejos, y gracias a su buena estatura, pudo estrechar el Magistral con gallardía, haciendo un arco sobre el cuerpo gentil, color cereza, de Obdulia, que desde allá abajo parecía querer tragar al buen mozo en los abismos de los grandes ojos negros.

Consulté inmediatamente con el aprendiz, los impresores y el regente, pero no saqué nada en claro; nadie había visto la carta, ni sabía cosa alguna del que la trajo. Pocos días después recibí la visita de Ah-Ri, el lavandero. ¿Usted querer diablo? Bueno; yo tomar él.

El hecho es que no tenía yo la edad todavía de querer ni de ser querido, cuando entre otras varias obras francesas que en mis manos cayeron, hacía ya un papel muy principal la de la famosa cortesana citada. Chocome aquella máxima, y fuese pueril vanidad, fuese temor de que por apocado me tuviesen, adoptela por regla general de mis aficiones.

Su maldad era todavía una forma especial del valor pueril, de esa arrogancia tonta que consiste en querer ser el primero. El estado casi salvaje en que aquella arrogancia crecía, trájole a tal extremo. De esta manera, un muñeco abandonado a sus instintos llega a probar el licor amargo de la maldad y a saborearlo con infernal delicia. A Pecado se le conquistaba fácilmente con hábiles ternuras.

1 Pobreza, amor y fortuna, de los Figueroas. 2 El conde de Saldaña, segunda parte, de Alvaro Cubillo de Aragón. 3 Triunfos de amor y fortuna, de D. Antonio de Solís, loa y entremeses que se representaron en esta comedia á SS. MM. en el coliseo del Buen Retiro, año de 1658. 4 Fuego de Dios en el querer bien, de D. Pedro Calderón.

Viendo esto, he tenido la audacia de pedir al cielo que Vd. se deje vencer, que usted deje de querer ser clérigo, que nazca en su corazón de Vd. un amor tan profundo como el que hay en mi corazón.

La criada fue al jardín, y se pinchó el dedo por cierto, por querer coger, para un ramo que hizo, una flor muy hermosa. La madre a todo dice que , y se puso el vestido nuevo, y le abrió la jaula al canario.