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No me puedo persuadir que haya hoy en la tierra quien favorezca viudas, ampare doncellas, ni honre casadas, ni socorra huérfanos, y no lo creyera si en vuesa merced no lo hubiera visto con mis ojos. ¡Bendito sea el cielo!, que con esa historia, que vuesa merced dice que está impresa, de sus altas y verdaderas caballerías, se habrán puesto en olvido las innumerables de los fingidos caballeros andantes, de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuicio y descrédito de las buenas historias.

«Luz del mundo, vida del alma, sonrisa de la gracia, puerto de salvación ¿queréis oír lo que jamás ser viviente oyó? Nunca ha sabido nadie lo que yo soy. No he tenido madre, no he tenido hermana. De ello no me lamento; por el contrario, estoy orgulloso, porque ahora puedo revelaros mi corazón a vos sola...»

Que os vais, y rogad á Dios Que enfrene vuestros deseos, Y al Castañar no volváis, Que de vuestros desaciertos No puedo tomar venganza, Sino remitirla al cielo. Yo lo pagaré, García. No quiero favores vuestros. No sepa el conde de Orgaz Esta acción. Yo os lo prometo. Quedad con Dios.

Ahora, que nos encontramos frente a frente, espero que no intentaréis escaparos y nos daréis una respuesta clara y franca. ¿Recordáis, señores romanos, el delito que cometisteis la memorable noche del veinte al veintiuno de abril? MARCIO. ¿Lo recordáis o no? ¿Vosotros también os habéis olvidado de todo? No puedo continuar mientras no hagáis memoria.

Pues bien; puesto que soy tan rico, veamos si me puedo presentar en la corte como conviene. Indudablemente, señor, indudablemente; el dinero hace milagros.

, , es preciso dijo al fin ; me le ha endosado; prescindiendo de que llegue á ser ó no ser, yo no puedo... vamos, de ningún modo; un mozo hermoso, y esto es verdad, que ha sido estudiante, que le gustan desordenadamente las mujeres, y que puede dar un chirlo al lucero del alba... no, no... es imposible que yo tenga á este mancebo en mi casa... mi mujer, mi hija... gracias á que las tengo seguras guardándolas y cerrando mi puerta á piedra y lodo; y luego no teniéndole en mi casa, échese vuesa merced el cargo de pagarle un día y otro la posada durante quince meses; no, señor; será preciso que el duque de Lerma le un oficio... es verdad que cualquier oficio, por pequeño que sea el que me el duque, podría valerme algo, y en estos tiempos... pero del mal el menos. ¡Ah! me olvidaba de que ha salido sin almorzar de Navalcarnero. ¡Hola! ¡eh! dijo abriendo la puerta y entrando en la repostería Gonzalvillo, hijo, ven acá.

¡Válgame Dios, hijo mío! ¡Qué delirio! ¡Qué sacrificio inútil: Y dime... ese motivo secreto... ¡Confiar así á D. Casimiro la honra de una familia ilustre!... Yo no le he confiado nada. ¿Pues de qué medio te has valido? De una mentira; pero mentira indispensable y con la cual nadie pierde. ¿Puedo saber esa mentira? Todo lo va V. á saber. El padre prestó la mayor atención.

También para estas tempestades hay conjuros. ¡Yo me arrastraré como penitente donde me han visto triunfar como pecadora!, ¡yo confesaré a voces mis pecados donde quiera que haya gentes honradas que me oigan!... ¿Qué más puedo hacer? Jesús no pidió tanta penitencia a la cortesana arrepentida, y había escandalizado más que yo.

Mas no habiendo tomado la pluma para entrar en tal cuestion, me separo de ella, y paso á mi intento, que no es otro que dar en una pequeña memoria razonada, alguna idea y noticia de lo que son nuestras Islas Filipinas, con el laudable objeto de que en mi memoria y gratos recuerdos de aquellas Islas, vean sus habitantes todos mi gratitud y deseos de contribuir á su prosperidad, por la que me interesaré siempre mas de lo que puedo encarecer.

Y si por alguien se ha creído que yo puedo fraternizar con el escándalo, aunarme con la desfachatez y adherirme a la orgía, protesto indignado, que a muy otra cosa he venido aquí. Y creo llegado el momento de que se hable con alguna formalidad.