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Pero comenzó un día á hablarme del Santander de sus tiempos y de las costumbres de su juventud, y sin darme cuenta de lo que me sucedía, halléme con que me iba interesando el viejo don Pelegrín. ¿Y cómo no interesarme si es la mejor crónica del pueblo, la única tal vez que nos queda? Desde entonces estreché más mi trato con él, y di en agobiarle á preguntas.

En esto fueron razonando los dos, hasta que llegaron a un pueblo donde fue ventura hallar un algebrista, con quien se curó el Sansón desgraciado. Tomé Cecial se volvió y le dejó, y él quedó imaginando su venganza; y la historia vuelve a hablar dél a su tiempo, por no dejar de regocijarse ahora con don Quijote. Capítulo XVI. De lo que sucedió a don Quijote con un discreto caballero de la Mancha

3 y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando viereis el arca del pacto del SE

El maestro Juan Bou se mostraba tan amable con él aquellos días, que no sabía qué hacerle. Y su amabilidad era tan extraordinaria, que hasta llegó a llamarle hijo y a departir con él como de igual a igual. «Bien, hijo, bien; vamos bien. Has sido algo calavera pero mismo conoces que el trabajo es la vida, la religión del pueblo... Voy a hacerte una proposición. ¿Quieres venirte a vivir conmigo?

Por entre los prados brillaban a trechos las aguas del río y el gallo del puntiagudo campanario relucía, herido por los rayos del sol poniente... Y pronto penetró el carruaje en el pueblo, que se había modificado muy poco. A uno y otro lado del viejo puente, los juncos del estanque temblaban como en otro tiempo al impulso de la brisa vespertina.

¡Ay! y quizá la Europa, tal vez el mundo, espera de este pueblo la revolucion moral de un principio, la constitucion de un pensamiento, la pauta y la fórmula de un sistema! ¡La Europa y el mundo esperan acaso de esta ciudad una idea, una conducta, un código! ¡Ay! Hubo un tiempo en que yo lo esperaba tambien. ¡No habia estado en Paris!

Tomaba yo el último sorbo de mi taza de café cuando se oyeron los alegres tañidos de las campanas en toda la ciudad, y poco después llegaron a mis oídos los acordes de una banda de música y las primeras aclamaciones de la multitud. ¡El rey Rodolfo V se hallaba en su leal ciudad de Estrelsau! ¡Viva el Rey! gritaba el pueblo fuera de la estación. ¡Dios proteja a nuestro Soberano!

Los indios Cozacas disparan contra el P. Caballero una tempestad de flechas II 46 Los indios Puizocas entregan el cadáver del P. Arce á los Guaycurús II 117 Los indios del pueblo de San Miguel amenazan á los corregidores por aconsejar á los Padres les trasladen á otros pueblos II 262 Los indios Zamucos reciben con alegría al P. Zea; fructuosos resultados de la predicación Evangélica II 156

Arriba se ostenta la horrible faz de la montaña, cuyo flanco se desprendió en mil enormes moles de peñascos y polvo, cayendo sobre el valle y aplastando y triturando el antiguo pueblo de Goldau.

, todo es viejo e insípido, y, sin embargo, exquisito. 10 de octubre. Francisca está furiosa. He ido esta tarde a pedirle un dibujo de bordado, que me hacía falta, y la he encontrado en un estado de irritación indescriptible. ¡Maldito país! ¡Maldita gente!... Pueblo de chismes!